Basada en la novela Expediente de Desaparición, del escritor israelí Dror Mishani, el cineasta Érick Zonca (Julia) presenta Sin dejar huellas, un atrapante thriller francés repleto de giros inesperados.
La historia gira en torno a la desaparición de Dany Arnault, un adolescente de 16 años, que se esfumó de un día para el otro. El comandante François Visconti (Vincent Cassel), un policía alcohólico y algo desalineado, es quien llevará adelante la investigación. Desde un comienzo, la película apunta a un único sospechoso: Yann Bellaile (Romain Duris), un profesor de literatura y vecino de la familia que en varias oportunidades le brindó clases particulares al joven. Visconti se dirige principalmente contra Bellaile debido al particular interés que éste muestra con respecto al caso.
A lo largo de la historia, este tipo de policiales no enseñó que el primer sospechoso suele tener poco y nada que ver con lo acontecido y que siempre el culpable es quien menos uno se espera. Es así que, aunque todo señale a una persona, constantemente se plantean preguntas para que el espectador vaya sacando sus propias conclusiones con respecto a qué es lo que pasó. Las constantes dudas que plantea la trama logran mantener al espectador en vilo en todo momento, sobre todo cuando se va acercando el final.
Más allá de todo el misterio con respecto a la desaparición del joven, Sin dejar huellas cuenta con una subtrama. Posiblemente sea este el punto más flojo de la película. Érick Zonca también ahonda en la vida personal de Visconti, principalmente en la relación que mantiene con su hijo, un joven que parece estar iniciándose en el narcotráfico. Esta trama no sólo no aporta nada a la historia principal, sino que ni siquiera está bien desarrollada. De hecho, lo único que consigue es generar menos empatía con el protagonista (algo latente en toda la trama).
Sin dejar huellas es una película intensa y llena de misterio. La historia se va desarrollando de a poco y, a medida que avanza la trama, los secretos comienzan a salir a la luz. Si bien por momentos se torna algo lenta, la cinta logra mantener un clima de tensión constante. Esto también se debe en parte a la ambientación, en dónde constantemente predominan espacios oscuros y fríos, que logran un equilibrio perfecto entre los acontecimientos y lo que se pretende mostrar.
El film no sólo es un thriller repleto de giros inesperados. A medida que avanza la historia, y que comienzan a develarse los secretos, todo se va volviendo más oscuro y siniestro. El final no sólo es impactante porque es inesperado y sorprendente, también lo es por la profundidad de los temas que se develan. Érick Zonca ahonda en cuestiones como el abuso, las obsesiones y la mente humana en general, y plantea interrogantes tales como: ¿Qué puede llevar a un humano a cometer un crimen?