Cuando la burbuja estalla
La primera película como director y guionista de Santiago Segura que no es un eslabón de la querida saga centrada en Torrente era una gran incógnita a priori no sólo por la novedad de por sí sino también por el tipo de proyecto del que estamos hablando, nada menos que un film destinado a retratar al universo femenino en vez de al masculino, el que le valió precisamente la fama al español mediante el ya legendario personaje del policía más vicioso, presumido, conservador y sexista del séptimo arte, una criatura que ha sobrepasado por mucho a su propio creador y su país hasta convertirse en un icono de todo lo negativo de las sociedades hispanoparlantes. La propuesta que hoy nos ocupa, Sin Filtros (Sin Rodeos, 2018), resulta todo un éxito y a la vez que reconfirma el talento e inteligencia del cineasta, además pone al descubierto su versatilidad para amoldarse al enclave femenino y sus necesidades retóricas, las cuales poco tienen que ver con sus homólogas del masculino.
En esta oportunidad Segura se sirve de una vieja fórmula de las comedias en general, la de la metamorfosis existencial por algún disparador en la vida del protagonista de turno, y de una premisa tomada de la simpática Mentiroso Mentiroso (Liar Liar, 1997), aquella obra del período de auge comercial de Jim Carrey, con el objetivo de aunar ambos enfoques y volcarlos hacia el campo de los melodramas rosas, el cual -como era de esperar, tratándose de un genio de la parodia como el madrileño- aquí es astutamente subvertido para que lo que suele ser un tono light y pasatista adquiera una inusitada fuerza discursiva que apunta a denunciar diversas características nocivas de nuestros días: la obsolescencia programada trasladada a los seres humanos como si fuesen productos del mercado, el fetiche con la apariencia más superficial, la hipocresía permanente en los vínculos sociales, el egoísmo en la cotidianeidad y finalmente la ponderación del marketing por sobre el contenido valioso.
Hoy el eje del relato es la sublime actuación de Maribel Verdú, una intérprete todo terreno que brilla a lo largo del metraje con una luz que resulta el complemento perfecto para el ingenioso guión de Segura, Marta González de Vega y Benigno López: donde antes teníamos un protagonista odioso, ahora nos encontramos con una pobre publicista, Paz (Verdú), que es ninguneada y/ o maltratada por su pareja, el pintor argentino Dante (Rafael Spregelburd), por el hijo de éste, Tolouse (Daniel Medina), por su jefe Borja (David Guapo), por su nueva y más joven supervisora, la “influencer” de redes sociales Alicia (Cristina Pedroche), por su hermana fanática de los gatos Bea (Toni Acosta), por su mejor amiga Vanessa (Cristina Castaño) y hasta por un técnico de Internet y sus vecinos, entre otros. El catalizador del cambio es el gurú Amil Narayan (compuesto por el propio Segura), quien le brinda un elixir mágico que la lleva a una sinceridad brutal que destruye su apatía.
Segura respeta en todo momento el armazón de la comedia femenina pero va suplantando los lugares comunes en materia de diálogos y situaciones por homólogos suyos marca registrada, planteo que conlleva una irreverencia escalonada francamente prodigiosa que escapa tanto de la corrección política del mainstream internacional como de los insultos bobos y gratuitos del Hollywood actual tracción a comedias grasientas y sin un gramo de honestidad o verdadero inconformismo social. Aquí en cambio los palazos que pega el realizador se sienten como lo que son, golpes fulminantes al entumecimiento ideológico contemporáneo, y no pretenden vendernos una concepción utópica o mentirosa de la feminidad por fuera de todo el resto de los ingredientes de la comunidad, ya que de hecho pasan a analizar de igual a igual la soberbia masculina y femenina así como la estupidez compartida, la manipulación recíproca y la falta de empatía en general entre los seres humanos, cada día más encerrados en las burbujas de sus propios problemas sin mirar al prójimo y mucho menos tratar de comprenderlo. Sin Filtros nos acerca un retrato hilarante de la enajenación polivalente de una humanidad que se sumerge en la negación masoquista o por el contrario cae en una serie de sincericidios que la aíslan al punto de condenar a los mortales a tristes islas individuales, sin nada en el medio que nos permita decidir por cuenta propia y sin condicionamientos ni imposiciones y que a la vez nos deje un margen para entablar acuerdos con nuestro entorno laboral, familiar y sociopolítico a nivel más macro…