Sacrificios en fílmico
De un tiempo a esta parte Hollywood por fin se ha percatado que no puede continuar ofreciendo únicamente el lamentable binomio compuesto por las remakes de clásicos y los ejercicios de “found footage” si pretende que el público le sea fiel en lo que al terror se refiere. Casi todos los espectadores ya están más que hastiados de la eterna seguidilla de productos mediocres de raigambre exploitation, circunstancia que fue leída por el sistema de estudios como un aviso que a su vez desencadenó un tibio proceso de multiplicación/ diversificación de la oferta que por fortuna está dando sus buenos frutos a nivel estilístico.
Así como La Noche del Demonio (Insidious, 2010), Súper 8 (2011) y la reciente Posesión Satánica (The Possession, 2012) antes que ella, resulta indudable que Sinister (2012) retoma una antiquísima serie de fórmulas primordiales aunque en el trayecto consigue la proeza de inyectarles nueva vida y articularlas con inteligencia en función de una estructura narrativa que privilegia el desarrollo de personajes y la tensión ascendente por sobre la parafernalia digital y el facilismo de los sustos cronometrados. El guión de C. Robert Cargill y el también realizador Scott Derrickson se destaca por su gran eficacia y serenidad.
La historia gira alrededor del nuevo “proyecto de investigación” de Ellison Oswalt (Ethan Hawke), un novelista obsesivo para con su trabajo que se muda a conciencia, junto a su esposa Tracy (Juliet Rylance) y sus dos hijos pequeños Ashley (Clare Foley) y Trevor (Michael Hall D''Addario), a una casa rural en la que fue masacrada toda una familia y secuestrado uno de los niños. A partir de que Ellison encuentra en el altillo una enigmática caja con rollos caseros en súper 8, seremos testigos de eventos macabros relacionados con la “deidad pagana” Bughuul y el visionado en fílmico de espantosos sacrificios rituales.
Por momentos despertando estados de genuino nerviosismo, la película es un prodigio en cuanto al suspenso fetichista símil La Dimensión Desconocida (The Twilight Zone) y fundamentalmente en lo que respecta a la maravillosa labor de Hawke y Rylance, una pareja protagónica por demás verosímil. Mención aparte merece la música incidental de Christopher Young, la cual combina de manera extraordinaria las sutilezas de Angelo Badalamenti y el rock industrial con resonancias de Nine Inch Nails. Sólo resta agradecer el hecho de que el convite haga honor a su título y logre incomodar desde el comienzo…