El juego final
Como quien no quiere la cosa, se estrenó finalmente la cuarta y última entrega de una saga que lanzó la carrera de su protagonista Jennifer Lawrence (El lado luminoso de la vida) y que se convirtió, junto a otras trilogías del género para jóvenes adultos, en una de las adaptaciones al cine más exitosas.
En esta segunda parte, Katniss Everdeen (Lawrence), acepta su lugar en el enfrentamiento de los distritos contra el capitolio y lidera una misión para asesinar al presidente Snow junto a Gale (Liam Hemsworth, Paranoia), Finnick (Sam Claflin, Los imprevistos del amor) y Peeta (Josh Hutcherson, Escobar: Paraíso perdido).
La primera entrega de Los juegos del hambre (The hunger games, 2012) le hacía honor a su título a través de un mensaje claro y una trama narrativa completamente adictiva. Sus personajes se enfrentaban en un reality show sobre una arena cubierta de trampas letales y solo podía haber un vencedor. Al mismo tiempo, la historia amorosa entre Katniss y Peeta -que por entonces recién comenzaba- tenía mucha presencia y el espectador podía vivenciar como pasaban del odio a la alianza, y luego a un amor incipiente.
Como suele ocurrir al extender tanto una adaptación que debería haber terminado en Los juegos del hambre: En llamas (The hunger games- catching fire), la temática elemental de la película se desdibuja y sus intentos por recuperar esta esencia a través del juego y lo televisado, se muestran forzados en Los juegos del hambre: Sinsajo Parte 2. El personaje de Katniss termina de consolidarse como la heroína sufrida, tal como les ocurría a Harry Potter y a Frodo en su momento. Hay un denominador común entre los tres: Todo depende de ellos.
El sufrimiento constante que experimenta nuestra protagonista genera un inevitable efecto de desgaste en el espectador. Desde lo argumentativo, el film se concentra en la premisa de la guerra entre los distritos y en la misión de derrotar de una vez por todas al odioso Snow. Hay algunas escenas que encarnan aquella tensión y adrenalina experimentadas en las primeras dos partes, pero lo demás esta marcado por un tono un tanto monótono, quizá por la similitud de sus escenarios apocalípticos y las secuencias de diálogos, que giran sobre los mismos interrogantes.
Por otro lado, el triángulo amoroso y su resolución (a quien elige finalmente Katniss) pasa a un tercer plano. Es cierto que el timing para nuestros amantes es el peor de todos, sumado a que Peeta recibió un lavadito de cerebro cuando fue raptado por los enemigos y que el tercero en discordia (el "amigovio" Gale) también forma parte de la misión secreta. El cierre de la historia de amor se muestra apurada, y para quienes anhelaban alguna escena de confesiones o besos pasionales, quedarán decepcionados.
¿Para destacar? Algunas escenas conmovedoras, otras con la dosis de acción que se esperaba durante todo el film, y finalmente al actor Philip Seymour Hoffman interpretando su último papel. Los cambios en el guión como consecuencia de su muerte durante el rodaje están bien resueltos, así que pulgar arriba para los guionistas en este punto.
Solo queda por decir que la frase “lo mejor queda para el final” no aplica para la última entrega de Los juegos del hambre.