Cuesta despedirse de Katniss. La exitosa franquicia “Los Juegos del Hambre”, una de las pocas sagas literarias que ha logrado adaptarse en su totalidad en la gran pantalla (después de “Harry Potter” y “Divergente”), ha llegado a su fin en esta segunda parte de “Sinsajo”, tercer y último libro de la creación de la autora Suzanne Collins, quien nos presentó un mundo distópico (con muchos elementos que se asemejan a la realidad) en el que desarrolló temas profundos: la lucha de clases, la devastación, la esclavitud, el enfrentamiento entre iguales, la opresión gubernamental y la influencia de los medios de comunicación.El relato de “Los Juegos del Hambre: Sinsajo – El Final” comienza donde acabó abruptamente su predecesora, debido a la división en dos con fines comerciales. Tan sólo unos pocos días después de que Peeta (Josh Hutcherson) fuera rescatado por los rebeldes y llevado al búnker subterráneo del Distrito 13, comandado por la presidente Alma Coin (Julianne Moore) y su asesor Plutarch Heavensbee (la participación de Philip Seymour Hoffman fue completada digitalmente), vemos a “La Chica en Llamas” (Jennifer Lawrence) sufriendo las consecuencias del intento de ahorcamiento por parte de su amigo, que está fuera de sí y que no sabe distinguir qué es real y qué no porque el Capitolio lo torturó, le lavó el cerebro y lo convirtió en un arma para asesinarla a ella mientras lo tuvo capturado.
Con Panem sumida en una verdadera guerra, esta conclusión básicamente desarrolla, al comienzo, lo que se estaba gestando en “Sinsajo – Parte 1”. Katniss, símbolo de la revolución, continúa grabando videos de propaganda con el propósito de liberar a los ciudadanos reprimidos, organizar y unir a todos los rebeldes de los otros distritos y así formar un ejército para derrocar al tirano presidente Snow (Donald Sutherland) de una vez por todas.
Pero la protagonista decide salirse de los planes y tácticas de Coin y encarar los suyos propios: ir al Capitolio y matar personalmente a Snow. Claro que no va sola. La acompaña su “amigovio” Gale (Liam Hemsworth), el propio Peeta con recaudos porque es peligroso, y el mismo equipo de rebeldes de la primera parte: Boggs (Mahershala Ali), Cressida (Natalie Dormer), Messalla (Evan Ross), Pollux (Elden Henson), Castor (Wes Chatham), a quienes se suman Finnick (Sam Claflin), quien contrae matrimonio con Annie (Stef Dawson); Homes (Omid Abtahi); la Comandante Paylor (Patina Miller); la Teniente Jackson (Michelle Forbes) y las mellizas Leeg (Misty Ormiston y Kim Ormiston).
Claro que el camino hacia la capital está lleno de trampas mortales y seres que meten miedo como si tratara literalmente del mismísimo arena del reality que le da nombre a la saga. En ese momento es cuando comienza la acción y la tensión que le faltó a la anterior. No así a los dos primeros films, aunque en general, estas películas nunca bajaron demasiado el nivel de entretenimiento.
En esta cuarta y última entrega, más oscura, violenta, conmovedora y con impresionantes efectos visuales, nuestra heroína (estupendamente interpretada por L-Law) enfrenta decisiones morales porque cada cosa que hace impacta en su sufrida vida y en la de los demás; porque en la guerra todo vale y porque los buenos y los malos no son tan diferentes cuando de tener poder se trata (por más que se tengan buenas intenciones). Por eso, Katniss, en pos de la democracia y de no cometer los mismos errores, toma una que cambia por completo el rumbo de la historia, con un giro inesperado para quien no leyó el último libro y con un final que resuelve el triángulo amoroso que nunca fue demasiado desarrollado a lo largo de toda la saga.