Solar es dos películas en una, las dos extraordinarias pero que se eclipsan la una a la otra. La secuencia introductoria es perfecta y pertenece a una de esas dos películas. Vemos imágenes de un hombre que se graba a sí mismo en un viaje, de forma amateur. No entendemos quién es ni qué está haciendo. Habla acerca de la cámara que le prestaron, con la que está grabando esas imágenes. Al final, con la imagen de una ciudad nocturna vista desde el avión (probablemente Buenos Aires), escuchamos un diálogo telefónico entre él mismo y un tal Manuel (que no es otro que Manuel Abramovich, el director de la película que estamos viendo). Manuel le dice que le gustaría filmarlo, que no alcanza con que él se filme. Que ya grabó escenas con su madre y su hermano, pero necesita grabar algunas con él. “No lo sé, dejame sentirlo, tengo que ver la parte operativa”, contesta el hombre. Y vamos al título. Una de las películas es esa: un documental sobre un tipo que no se deja dirigir por el director y que exige todo el tiempo ser él mismo quien dirija la película.
Pero ese tipo, que se llama Flavio Cabobianco, es fascinante como sujeto de un documental. A los 10 años publicó el libro Vengo del sol, que fue un best seller, y con él recorrió todos los programas de la época: fue a Hola Susana, a Graciela y Andrés (el programa de Graciela Alfano y Andrés Percivale), a El show de Cristina, estuvo con Badía y con Silvina Chediek. Ahí, esa especie de niño superdotado y a la vez con un aura sobrenatural y medio new age, contaba que todos los seres humanos veníamos del Sol, que él era de los pocos que podían recordar su vida previa a su nacimiento. ¿Qué fue de la vida de ese niño hoy? ¿Qué rol jugaron en su vida, y en el libro, su madre y su hermano? Esa es la otra película.
Hacia el final de Solar, Abramovich capta un diálogo extraordinario entre Marcos, el hermano de Flavio, y la madre de ambos. En ese diálogo se ponen al descubierto los conflictos familiares ocultos detrás de aquel libro famoso y de la gira mediática de los hermanos (Marcos acompañó a su hermano a los programas). Esa escena y una posterior en la que Flavio y el director suben una montaña y conversan, dejan entrever que fue la madre la que influyó en sus dos hijos para lograr un objetivo quizás económico, o tal vez apenas de reconocimiento mediático.
Pero esa otra película queda insinuada, y esa insinuación despierta el interés del espectador, que no termina satisfecho. Al final, no terminamos sabiendo demasiado acerca de la familia Cabobianco, o no lo suficiente. Y ese diálogo en el que Flavio compara su libro con la película, en el que se interroga acerca de quién es el verdadero autor de uno y de la otra, genera una especie de cierre ilusorio: no es lo mismo la historia del libro que la de la película. En el primero, adivinamos una madre manipuladora, columna vertebral de una familia disfuncional; en la segunda, nos interrogamos acerca de quién es el autor de un documental. Son dos cosas igualmente interesante, pero completamente distintas.