Propaganda de la mala
La idea parecía caída de algún túnel del tiempo. El trailer prometía algo espantoso. Pero Soledad y Larguirucho resultó mucho peor.
No se trata simplemente del olor a naftalina que impregna cada cuadro: cualquier idea puede ser buena si se la hace funcionar y hubiera sido simpáticamente retro que los personajes que García Ferrer (que no solo los chicos de hoy no conocen, sino que ya eran viejos cuando sus padres eran chicos) tuvieran alguna especie de revival y que los chicos se fascinaran con cajitas felices con muñequitos de fabricación nacional. Altamente improbable, pero a lo mejor posible. Pero Soledad y Larguirucho no ofrece nada para hacerlo posible. La trama es nula, al igual que los personajes, que se limitan a estar en pantalla entre uno y otro momento musical de la Sole, que al parecer ahora quiere dar un nuevo giro a su carrera y busca ser la estrella de los más chicos.
La historia es la siguiente: la Sole está haciendo una gira por San Luis. La bruja Cachavacha está celosa de ella (porque canta tan bien) y decide arruinarle la gira; una y otra vez intentan planes para arruinarla y finalmente no lo logran. Mientras, recorren la provincia, compran ventiladores en Ribeiro y poco más. Larguirucho, que está por fuera de la trama, se dedica a pasear con su caballo por paisajes campestres, soltando coplas y asistiendo a los recitales de la Sole. Fin.
Es claro que la película apunta al público de Jardín de infantes. La pregunta es: ¿quién va a llevar a esos chicos al cine? La nostalgia no impregna a un nene de 4 años. Por otro lado: ¿a qué vienen los cameos de, por ejemplo. Pablo Codevilla, que come un sandwich de salame? Los guiños para los adultos no llegan a lo lamentable y responden a un universo que a lo mejor los abuelos reconozcan con una media sonrisa. Soledad y Larguirucho está concebida como un negocio para vacaciones de invierno: abuelos que llevan a los nietos al cine. Poco más.
Lo que es realmente vergonzoso es cómo se usa una película para hacer propaganda institucional. No se trata únicamente del momento en el que los personajes van a comprar electrodomésticos a Ribeiro, donde los atiende Carlitos Balá (con diálogos que incluyen gemas de la sutileza como ¿En cuántas cuotas quiere que los compre, profesor Neurus? Por supuesto, hacemos entregas a donde quieras y demás eslogan), sino de la propaganda oficial del gobierno de San Luis. No solo la Sole está haciendo una gira por San Luis (?????), con la consiguiente mención de cada pueblo del recorrido: San Luis, Merlo, etc. En algún momento, la bruja Cachavacha decide volar sobre su escoba para ir a donde va a cantar la Sole y en el viaje Pucho va mostrando las maravillas de la provincia: Mirá esas ruta, Mirá esa represa hidroeléctrica, Mirá ese edificio, tan moderno y ecológico.
Si los responsables de Soledad y Larguirucho se tomaron tan poco trabajo para disfrazar sus intenciones comerciales, ¿por qué habríamos nosotros de tomarnos el trabajo de ir a ver esta película?