Apenas un filme de compromiso
El título, además de identificar a la película, también es el nombre de un hotel de la Isla Margarita, en el Caribe venezolano, ubicado a metros del mar y destinado en forma exclusiva a parejas. Los solitarios no tienen cabida.
El hotel es regentado por Gonzalo (Millán) y Valentina (Martina Gusmán), casados hace diez años, pero que atraviesan una crisis matrimonial. La situación se agrava por un affaire de Gonzalo con la recepcionista Tania (Sinisterra).
Entre los pasajeros que arriban a Sólo para Dos está el español Jairo (Garrido), un cantante de cuarta, naturalmente admirado por las mujeres, que imita a Camilo Sesto. Es un asiduo visitante del hotel, pero todos los años llega con otra pareja. En esta ocasión, su acompañante es Teresa.
Un pasajero solitario es el argentino Mitch, casado hace tres días con Marianela y en viaje de luna de miel. En el aeropuerto protagonizan una pelea y ella se vuelve.
Mitch es admitido por excepción, con la condición de no enredarse con ninguna mujer del hotel y vivir su estadía a la manera de un monje.
La historia se organiza con esos personajes y sus vicisitudes amorosas. Porque las infidelidades están a la orden del día. También las venganzas. El cantante reclama mentir, mentir siempre. "¿Cuál es el peor enemigo de una pareja? La sinceridad", dice.
La catadura moral de estos personajes es lamentable, pero lo traen de origen, porque nadie se desprende de su "yo" y sus problemas por el hecho de vivir en una isla.
Según el filósofo estadounidense Stanley Cavell, la comedia de enredos matrimoniales en el cine es heredera de las preocupaciones y hallazgos de la comedia romántica shakespereana. Quizás sea así, pero pensar que Sólo para dos pueda volar a esa altura, es ofender al dramaturgo inglés.
Aquí todo es un dejá vu que recuerda a las peores comedias de Olmedo, Porcel, Tristán y compañía. No hay una pizca de originalidad, salvo el paisaje. Y las interpretaciones no superan la mediocridad, inclusive la de Martina Gusmán, quien hace esfuerzos por dar vida a su personaje.
El responsable de este producto olvidable y carente de gracia (aunque en la televisión se ven cosas peores, como "Casados con hijos") es el español Roberto Santiago, quien se inició en el cine en 1999 con Ruleta y lleva filmadas ocho películas y es autor de doce novelas juveniles.
El director se excusó diciendo que era un filme de compromiso, con lo que admitió su precariedad. Parecería que el título alude a la cantidad de espectadores que admite el filme. Quizás en la televisión, sin ningún otro programa en el aire, tenga un poco más de suerte.