La muerte es el futuro
El renombrado diseñador de moda Tom Ford pega un salto hacia la pantalla grande y sorprende con su ópera prima Sólo un hombre (A Single Man, 2009), un melodrama homosexual enmarcado en una tragedia del corazón tan devastadora como esencial. A través de un pulso sutil y una gran sinceridad ideológica, el realizador nos presenta a puro preciosismo un día en la vida de George Carlyle Falconer (Colin Firth), un profesor británico de literatura de mediana edad que decide suicidarse luego de la inesperada muerte de Jim (Matthew Goode), su pareja de muchos años, en un accidente automovilístico.
Ambientada en Los Ángeles poco después de la crisis de los misiles en Cuba de 1962, la historia se divide en tres vertientes que funcionan en paralelo desde lo narrativo: por un lado están los preparativos del acto en cuestión, por otro los flashbacks que delinean la génesis de la relación sentimental y finalmente tenemos los encuentros del protagonista con distintos personajes a lo largo de la jornada. De esta forma nos topamos con Kenny (Nicholas Hoult), un estudiante fascinado con Falconer, Carlos (Jon Kortajarena), un taxi boy que ofrece sus servicios, y Charley (Julianne Moore), una bella amiga de larga data.
Con un guión meticuloso del propio Ford y David Scearce, basado a su vez en una novela con elementos autobiográficos de Christopher Isherwood, el film propone un tour de force existencial lleno de instantes etéreos en los que la trama se diluye mediante la recurrente utilización de la cámara lenta y una banda sonora altisonante (no podemos dejar de destacar la partitura de Abel Korzeniowski y el estupendo trabajo del director de fotografía Eduard Grau). Precisamente esos impasses de índole contemplativa evitan el facilismo romántico y generan numerosos interrogantes acerca del contexto en el que se desarrollan los hechos.
Sin embargo más que la profundidad minimalista lo que sobresale a nivel conceptual es el ingenioso distanciamiento con respecto a la depresión: lejos de la manipulación arty y las inconsistencias hollywoodenses, la película se sostiene en una iconografía autosuficiente emparentada con el cine de Douglas Sirk y Rainer Werner Fassbinder. Por supuesto que la rigurosa actuación de Colin Firth juega un papel fundamental aportando detalles enigmáticos y una interesante amplitud de respuesta según la ocasión. La afabilidad del intérprete o la delicadeza del relato no impiden avizorar nuestro futuro como mortales…