Los colores del ocaso
No vamos a hacer hincapié en la transición del prestigioso diseñador de moda, Tom Ford, a director de cine, pero sí vamos a consignar lo desilusionante que fue para este servidor el toparse con una de las grandes cuentas pendientes del 2009.
Ok, fallamos en obviar esta película en la selección oficial de lo mejor del año pasado, pero tampoco le erramos tan feo. Quizás su excelente fotografía (que aún así no está a la altura de otras que valoramos desde aquí) merecía una mención aparte, o la monumental caracterización de Colin Firth. Pero el guión y la película en sí -un dramón tedioso sobre las últimas horas de vida de un hombre que se autorecluye de la sociedad por ser un viudo homosexual (¿?)- deja muchísimo que desear a la hora de poner en la balanza lo que nos deja esta obra.
Para empezar, nos quedamos en la injusta pero (por qué no) importante valoración del diseño: encontramos un apartado técnico excelente, pulcro, ubicado y bien trabajado en cuanto a la ambientación (al parecer, la historia se centra en los '60), un diseño de vestuario muy bueno, musicalización bellísima y, lo mejor, la fotografía.
Ésta última merece un punto aparte, ya que el trabajo psicológico que encabezó Eduard Grau no se puede dejar pasar por esa curiosa forma de transmitirnos las emociones de George (Fith) cuando éste recurre al lagrimón o al flashback explícito. O cuando recibe una bofetada abstracta de su amiga (llamativa participación de Julianne Moore, pero que dejó indiferentes a muchos), en la única escena rescatable de la película, en la cual el protagonista se reúne con su compañera/amante/exnovia para eructar todas las emociones y reacciones de su ser.
La construcción de los personajes desborda lo obvio. La pareja difunta, que provoca que seamos participes del duelo eterno, el chiquilín drogón que quiere ser como el referente de sus ideales, la amiga que quiere "convertir" a su amigo, los padres ausentes, y esa importante aparición de un tal Carlos, un hispano que -a pesar de estar bien actuado- embrutece aún más la estética de un tema desaprovechado por Ford en una escena que tiene como único elemento querible los colores del cielo moribundo (paralelismo con el personaje principal). El resto, frases hechas, y mucho drama con violines...
A single man (2009) puede ser una propuesta amada u odiada. Acá no hay términos medios. Y disculpen lo categórico que puede ser este artículo, pero la opción dos es la que más se adecua para definir a una cinta que se la pasa más intentando ponerle el color ideal a una historia acartonada, tediosa y melodramática, que aprovechar la profundidad que logra concebir un reparto que se tomó más en serio de lo debido este luto de no más de una hora y media.