El 22 de abril del corriente, se estrenó en mi país A Single Man, bautizada aquí como Sólo un hombre. Y mis ansias por verla venían creciendo desde que su protagonista, Colin Firth, fuera premiado con la Copa Volpi al mejor actor en el Festival de Venecia, en septiembre de 2009. Por otra parte, era la ópera prima del diseñador de moda Tom Ford, y los elogios hacia él no tardaron en expandirse a lo largo del mapa mundial.
Sólo un hombre se ubica entre esos filmes de estudiada factura, donde desde el diseño de producción hasta la banda sonora, pasando por la fotografía y el vestuario, brillan por su presencia en relación al espacio temporal de la trama.
Basada en la novela de Chistopher Isherwood, la adaptación se centra en la vida del profesor de literatura George Falconer, quien deprimido por la muerte de su pareja Jim (Matthew Goode), decide ponerle fin a su propia vida, mientras rememora momentos felices en concubinato. En esos días decisivos, deberá enfrentarse con una amiga que lo desea, en la piel de una breve pero precisa participación de Julianne Moore, y el flirteo con un alumno de su clase, en el rol de Nicholas Hoult, el carismático partenaire de Hugh Grant en Un gran chico.
A Single Man está tan bien filmada, tan precisamente dirigida, con un elenco tan medido y correcto, pero por otro lado pierde en emoción y en dramatismo. Firth está muy bien, pero no deja de encarnar a un personaje bastante meditado y contenido, y ello se percibe hasta en las escenas de mayor sensualidad, o en la química lograda a medias con la amiga que encarna Julianne Moore. Por momentos, recuerda a aquel film protagonizado por esta última, Lejos del paraíso, y la sensación como espectador es similar.
Ford consigue un melodrama gélido, con buenas intenciones y los mejores recursos, pero promediando el film, hay escenas soporíferas que restan al producto final. Y la trama carece de giros y situaciones de mayor relevancia, por lo cual, a la media hora de visionado, ya está prácticamente todo dicho.