El cine que copia Somos nosotros (2010) se estenó como parte de la Competencia Argentina del último BAFICI y ahora llega al Cine Cosmos en el horario de las 19.00 hs. Este film producido por la Universidad Del Cine y dirigido por Mariano Blanco resulta ser una copia fiel a Bonus Track (2008) de Raúl Perrone. La 11ª edición del BAFICI presentó Bonus Track, una de las últimas películas de Raúl Perrone. El film, del afamado director indie argentino, seguía a un grupo de skaters en tiempo real mostrándonos sus vidas abúlicas. El amor, la marginalidad, los miedos, el sexo, el trabajo, la incomunicación, eran los temas por los que transitaba la mínima historia. En la 12ª edición del BAFICI se presenta Somos nosotros, primera película de Mariano Blanco, en la que el nobel director sigue en tiempo real a grupo de skaters y nos muestra sus abúlicas vidas y los mismos tópicos que atravesaban el film de Perrone. Lo que separa la una de la otra es que Somos nosotros está construida a la manera del mexicano Gonzalez Iñárritu (Babel, 2006) y Bonus Track a lo Perrone. ¿Las diferencias? Perrone la filmó en zona Oeste Blanco en Mar del Plata Bonus Track fue producida por el propio Perrone Somos nosotros fue producida por la Universidad del Cine Perrone es Perrone y le salió bien. Blanco no es Perrone y no le salió tan mal pero ya todos la habíamos visto antes. Y los que no… se la perdieron. Conclusión: Film coral sobre eternos adolescentes abúlicos a los que nada les sucede en esta vida, que se encontrarán en un clásico final de cine indie argentino: Todos mirando el mar.
El universo de Somos nosotros es uno adolescente y eminentemente masculino (que no es lo mismo que machista). En ese universo, los chicos de la película de Mariano Blanco tienen una relación conflictiva con sus respectivas chicas/novias/amantes (nunca llegamos a saber qué clase de relación tienen unos con otros). El episodio más entretenido es el de Lorenzo, que se muestra incapaz de llevar a buen término una salida con (posiblemente) su novia. Ella, notoriamente molesta con la situación, y él, preocupado únicamente por conseguir un lugar para que se puedan acostar, forman una pareja que nos regala más de una escena memorable, como cuando ya habiendo conseguido una habitación, se ponen a hablar sobre escupitajos en el balcón y a testear sus habilidades en la materia, o cuando en el momento inmediatamente previo a conseguir el cuarto en cuestión (que Lorenzo gestiona con un amigo suyo), para llegar a ella deben atravesar una enorme cantidad de pasillos y otras habitaciones (incluso llegan a correr un mueble para abrir una especie de puerta secreta). La segunda parte de la película, que hace foco en un personaje que busca sin éxito a una tal Ana a la que nunca alcanzamos a ver, ensaya un clima de desolación asfixiante y por momentos el tono de vacío parece forzado merced a todas las cosas malas que le pasan al protagonista (no consigue monedas para llamar, Ana no le contesta el teléfono, le roban una parte de la bicicleta, un amigo no lo quiere acompañar a una fiesta, etc.). Más allá de la historia de cada uno, ambos relatos se cierran de igual forma: después de los respectivos fracasos amorosos (Ana nunca es hallada y Lorenzo deja sola a su chica en el hotel), el punto de encuentro para los dos es el mismo: los amigos, donde no hay lugar para las mujeres (salvo por una sola chica que parece callada y no ocupa un lugar muy femenino dentro del grupo), el skate, las cargadas mutuas, la deriva por la costa marplatense. Al final, lo que queda siempre es la vuelta infinita a ese mundo joven ya conocido, seguro, donde casi pareciera no haber conflictos, peleas o malos entendidos, sino una conexión entre compañeros infalible, única. Ellos son los nosotros del título, punto de convergencia obligado de la película y sus protagonistas. La escena final de la playa, de una poesía inesperada dentro del esquema estético de la película, sella ese pacto tácito entre hombres y delimita una geografía evanescente (sentimental, generacional), donde las mujeres ni siquiera alcanzan a ocupar el lugar de un mal recuerdo y en la que no falta algún roce sutil con un homoerotismo silenciado.
Dicen que lo mejor de los festivales es dejarse llevar por el azar, dejando de lado las largas listas de películas destacadas e imperdibles que todos los años nos configuramos y que no siempre logramos cumplir. Esta tarde ello me ocurrió a mí, y fue así como terminé viendo Somos Nosotros. ¿De qué trataba? Un grupo de skater en Mar del Plata. No sonaba mal, quizá habría algo de Gus Van Sant como me señaló un amigo de la revista. ¡Pero de Gus Van Sant no había nada! Sinceramente no me gustó, se me antojaba demasiado a un trabajo universitario. Sin embargo, puedo destacar dos cosas que sí me interesaron: la primera tiene que ver con el modo de mostrar Mar del Plata, alejada de las sombrillas y la sobrepoblación veraniega; segundo el tratamiento de los diálogos, escasos, naturales… para nada impuestos. No me disgustó tanto como para arrepentirme de haberla visto, pero a partir de mañana retomo mi lista de pelis imperdibles y me prometo a mí misma seguirla a pies juntillas.
"Todo comienza con el atardecer de una Mar del Plata fuera de la temporada de verano, sin turistas ni luces de neón, opaca, casi despoblada salvo por un grupo de amigos de no más de veinte años que tratan de que el tiempo pase, mientras andan en skate, están con sus novias o intentan conseguirlas. El título afirma una voluntad generacional: somos nosotros". Varios son los aspectos destacables en Somos nosotros, los cuales no tienen mucho que ver con la construcción tradicional del cine. Uno de ellos responde al excelente uso del lugar, se nota mucho esmero en la cuestión espacial que supo ser bien aprovechada. La ciudad en la que transcurre es Mar del Plata, la feliz, la que muchos conocemos atestada de gente en temporada alta, pero son pocos los que la ven realmente "vacía". En lo que otros verían como un problema, es decir la ciudad veraniega por excelencia pero sin gente, el director se encuentra con lo que le es conocido y se siente cómodo. Es un mérito del debutante Mariano Blanco, de apenas 20 años cuando rodó la película, mostrarla como tal, con su interminable cámara en mano. Los chicos se mueven de un lado a otro, ya sea a otra casa, a los videojuegos o a una fiesta. Se juntan a andar en skate, se trasladan buscando a alguna mujer, y todo esto por una ciudada reconocida, aunque de forma distinta. La película se trata de un día en la vida de tres amigos, que empieza a las diez de la mañana con Mariano, que le pasa la posta a Lorenzo a la tarde y cierra durante la noche con el Koala. Cada uno se traslada de una forma diferente pero con un objetivo en común, terminar el día con los pibes. Los personajes no tienen desarrollo, ni profundidad, las historias tampoco, la musicalización brilla por su ausencia y hace pensar mucho en Kids (1995, de Larry Clark), aunque sin el SIDA o las drogas, o en Paranoid Park de Gus Van Sant. Estos aspectos más la ausencia de trama harían de esta una película que no se podría ver, y sin embargo no es así, porque el objetivo no es el convencional. El director refleja ese espíritu adolescente en una ciudad vacía no porque sea una elección estética, sino porque es así. No hay otra intención más que la de mostrarse como tales, será voluntad generacional o carta de presentación, pero al final uno sabe que ante la pregunta por ¿quiénes son?, no hay duda de que son ellos.