Verdadero despropósito y lamentable desperdicio
Es una secuela de la primera versión, estrenada en nuestro país en julio de 2010, un producto que oscilaba entre la gross-out comedy o "comedia escandalosa", la chabacanería, la mediocridad y la estupidez más galopante.
Pues bien, esta segunda parte es peor que la primera, fundamentalmente en el plano de la calidad cinematográfica y el nivel de su argumento, que es pésimo de cabo a rabo, una cuestión que por lo visto a sus autores les ha importado muy poco.
El promotor, coproductor y coautor de ambos bodrios fílmicos es el actor Adam Sandler, quien conformó un binomio "creativo" con el director Dennis Dugan, un monigote manejado a mansalva por su inefable mandatario.
En esta "historia", Lenny Feder (Sandler) se ha mudado con su familia a su pueblo natal, para estar más cerca de sus amigos Eric (Kevin James), Kurt (Chris Rock) y Marcus (David Spade) y así poder dar una mayor continuidad a sus desmadradas e infantiloides aventuras.
La "historia" se desarrolla durante el último día de clases de sus hijos. Todos se reúnen para celebrar el acontecimiento en el parque de la espaciosa residencia de Lenny, aunque previamente ocurre un sinfín de desaguisados, que pretenden ser graciosos.
A comienzos de la década de 1970, el norteamericano Dan Kiley describió el Síndrome de Peter Pan, característico de personas adultas que exhiben inmadurez emocional y se muestran incapaces de crecer.
Es el caso de los protagonistas de esta "historia", que en esta secuela pasan del peterpanismo a la infantilización más absoluta, invirtiendo roles y su nivel mental con respecto a sus hijos.
La película tuvo un costo de ochenta millones de dólares, un verdadero despropósito y un lamentable desperdicio. Fue filmada y editada a los ponchazos, pues el relato es una sumatoria de situaciones abrochadas con hilo de coser, sin respetar la continuidad narrativa, al extremo de que se podría haber invertido el orden de las secuencias sin que se notara la diferencia.
El principal soporte, al igual que en la primera versión, son los cuatro actores mencionados precedentemente, más el insoportable personaje jugado por Salma Hayek y sus cambalachescas ocurrencias, dominadas por la ramplonería, donde el ingenio y la gracia brillan por su ausencia.
"Nos sentimos tan seguros comentó en cierta ocasión el director Andrew Fleming- que no queremos que el entretenimiento nos dé respuestas, sino que nos escandalice. La televisión nos brinda tanta diversión cómoda, que en el cine queremos algo delirante".
Somos como niños 2 aporta esa cuota de delirio, pero contaminado por la torpeza, la vulgaridad y un deliberado mal gusto argumental y estético.