Retrato del Brasil de hoy
El título original ya lo anticipa. Es el mundo que vive a nuestro alrededor, hoy. Para el caso, Recife, la ciudad en la que nació, reside y trabaja el crítico Kleber Mendonça Filho, que hace aquí un brillante debut en el largometraje de ficción después de haberse destacado en diversos campos, del videoclip al documental. Pero lo que este cineasta pernambucano retrata con singular penetración e inusual sutileza bien podría caber a muchas otras ciudades del mundo contemporáneo. Un barrio de clase media en el que la despersonalización, la paranoia y la inseguridad caracterizan las relaciones humanas.
Mucho se ha hablado y escrito sobre el desarrollo de esa clase en el Brasil durante las últimas décadas, y el fenómeno de Avenida Brasil así lo corrobora. Pero no es sólo la atención puesta en el fenómeno sociológico lo que llama la atención de este film que ha sido aplaudido en numerosos festivales sino la agudeza con que el autor observa lo que sucede a su alrededor y el modo perspicaz con que apunta a los detalles para descubrir a través de ellos la trama que establece y regula los vínculos y los desniveles sociales y las diferencias de clase que se manifiestan de nuevas maneras pero se prolongan invariables en el tiempo.
Mendonça consigue todo esto sin otro recurso que la pintura de unas pocas jornadas de vida cotidiana en un área residencial urbana de la clase media de Recife, a partir del momento en que la gente del barrio decide contratar un servicio de seguridad. En lugar de la periferia y la estilización de la violencia, la favela, la marginalidad a la manera de Ciudad de Dios, aquí se adoptan modos más acordes con los rasgos que la nueva clase copia de las elites. El silencio se vuelve más elocuente y los estallidos dramáticos no abundan, pero el temor y el estado de alerta perduran: por algo se vive entre rejas, se contrata personal de seguridad y los poderosos los que siguen siendo los señores poderosos, dueños de los latifundios y también de las torres de departamentos que casi todos alquilan conchaban guardaespaldas. La especulación inmobiliaria ha dejado sus señales a la vista.
Una escena central del relato la que más nítidamente describe los rasgos de la "nueva" clase, sus conductas y aspiraciones sigue el desarrollo de una reunión de consorcio, donde se discute si el viejo encargado del condominio merece ser despedido porque se lo ha visto dormitar en horas de trabajo o porque una de las copropietarias ha recibido la revista a la que esta suscripta con la cubierta de plástico desgarrada.
Sonidos vecinos no necesita gritar para ser escuchado ni tampoco empeñarse en retratar y enlazar personajes para desarrollar una o varias historias centrales. Es el cuadro general, en esa suerte de instantánea sobre el mundo de hoy, lo que importa. Y sobre todo, la precisión con que el sagaz cineasta combina la inteligencia del guión, la exactitud del montaje y el ingenioso empleo del sonido (lo cual incluye los oportunos efectos, además por supuesto, de la música) para concretar una obra que vale por su imaginación formal y su sustancioso contenido, en un tiempo en que en el cine lo que prevalece es por lo general, el impacto.