El cine brasileño más reciente cautivó al mundo mostrando lo que hay más allá de los carnavales, las playas y el Pan de Azúcar. Ciudad de Dios mostró las favelas, que volvieron a tener protagonismo en Tropa de Élite, el siguiente gran suceso proveniente de tierras cariocas. Tampoco hay que olvidar otros films igual de sórdidos, como Carandirú, de Héctor Babenco.
Sonidos Vecinos no sucede ni en una favela ni en una cárcel, pero se las arregla para plasmar esa otra cara en un suburbio de Recife, adonde llega una empresa de seguridad privada. Ahora todo es rejas, cámaras de vigilancia, patrullas, garitas, guardias. Una manera de combatir y prevenir la delincuencia. Sin embargo, estas medidas no hacen que los habitantes empiecen a tener menos temor y más tranquilidad, sino todo lo contrario. Así podremos conocer a la ama de casa que debe criar a sus dos hijos y lidiar con el perro de los vecinos, al muchacho que sale en busca de quien le robó el estéreo a su novia, al ladrón con intenciones de redimirse, al adinerado que quiere proteger lo que es suyo… Un puñado de vidas, con sus anhelos y temores.
Valiéndose de una estupenda y cuidada factura visual (perfectos los planos secuencia, de una frialdad kubrickiana, siempre funcionales a la historia), Kleber Mendonça Filho nos presenta un drama cotidiano que funciona como un microcosmos del Brasil actual, donde abundan la tensión entre los personajes, sobre todo si son de distintas clases sociales; donde la solución a la inseguridad generar otra clase de problemas; donde progreso y modernidad no siempre son sinónimos de bienestar. Incluso las escenas donde los protagonistas no parecen hacer nada especial contienen una inesperada carga de incomodidad. Pero no se queda en localismos: esa contracara de la urbanización también es aplicable a otras partes de Latinoamérica y el mundo, lo que la vuelve universal.
Mendonça Filho también es periodista y crítico de cine, y viene de filmar documentales, lo que habla de una especial preocupación por registrar y analizar lo que sucede a su alrededor sin caer en panfletos ni en superficialidades. Aunque no está a la altura de los exponentes más célebres del cine brasileño actual, Sonidos Vecinos logra destacarse porque sigue ofreciendo una mirada cruda y sincera sobre una sociedad, sobre la vida contemporánea.