Abuelos, padres y nietos, con mucho por aprender
Es la típica película "yanquilandia", de ésas que se han visto hasta el hartazgo, pero es propuesta por el director y su productor Billy Cristal como una comedia original, "familiera" y reidera, cuando en realidad es una suma de tópicos argumentales y convencionalismos narrativos.
Alice (Marisa Tomei) y Phill Simmons (Everett Scott) conforman un matrimonio sumamente atareado con sus respectivos trabajos, aunque muy organizados, previsores y sobreprotectores.
Tienen tres hijos: Harper, una niña de 12 años, a quien los padres obligaron a aprender a tocar el violín desde los 5 años; Turner, de 9, tartamudo; y Barker, de 5, el más travieso, interesado y "extorsionador", de quien el abuelo dice que es un "enano capitalista".
Phill y Alice deben viajar por razones profesionales y como los abuelos paternos tampoco están en la ciudad para cuidar a los hijos, recurren a los "suplentes". Porque como ocurre en muchas familias, también aquí están los "titulares" y los "otros abuelos". En este caso se llaman Artie Decker (Crystal) y Diane (Bette Midler).
Como ven a los nietos a cuenta gotas, les falta "entrenamiento", pero les sobra buena intención para conquistar su afecto. Y con esta actitud se instalan en la casa, dispuestos a cuidarlos y asistirlos en sus necesidades.
Artie ha sido cronista de béisbol durante 35 años y acaba de ser despedido del trabajo. Por lo tanto debe luchar internamente para disimular su alicaído estado de ánimo. Además tiene menos sentido común que un elefante.
Phill instaló en la casa un sistema, inventado por él, que controla el movimiento de sus habitantes y les recuerda sus obligaciones cotidianas. La tecnología esclavizante es una de las variables más criticadas en este filme.
La otra es el excesivo apego de los padres a teorías modernas de educación de los hijos, porque según se expone en la película, les resta espontaneidad e iniciativa. La más dominada por estas teorías es Alice, quien pretende ser la "madre perfecta". Del diccionario familiar han eliminado, por ejemplo, el adverbio "no".
Billy Cristal comentó que el origen de esta historia fue una experiencia propia, cuando él y su esposa tuvieron que cuidar durante siete días a sus nietas de 6 y 9 años, con infinidad de reglas impuestas por su hija, y después requirieron otra semana para reponerse del estrés emergente.
Pero en esta historia todos terminan aprendiendo o curándose de algo, aunque en algún caso eso ocurre más bien por arte de birlibirloque. O aceptando la realidad, cuando ésta posee más consistencia que los sueños paternos.
A Marisa Tomei parece que no le pasan los años, pero aquí no puede mostrar el carisma que exhibió en otros filmes; Bette Midler hace lo que puede y Crystal busca desesperadamente concretar algo que parezca gracioso. Lástima que todo ese esfuerzo se dilapide por un pésimo doblaje.