El ritmo como lenguaje Tomando como hilo conductor la importancia de su música, Soy Tambor (2015) reconstruye, y por qué no reivindica, la historia de la comunidad Afro. Los directores Mónica Simoncini, Cecilia Ruíz y Santiago Masip eligen sostener el relato a través de testimonios y documentos de la época. Para la mayoría de las personas es inevitable moverse o percutir las palmas al escuchar un grupo de percusionistas ejecutando la base rítmica de un candombe. ¿Cómo se mantiene la tradición de ese género musical? Soy Tambor es un documental que se centra en lo que le sucedió a los inmigrantes afro uruguayos mediante charlas con aquellos que residen en la ciudad de Buenos Aires. En cada palabra y sentimiento la música ocupa un lugar preferencial: es lo que les da identidad y los hace únicos. La historia de esta comunidad que fue atravesada por el racismo es documentada y relatada a través de diversas entrevistas. Numerosas situaciones, como la muerte de José Delfín Acosta, las marchas en contra del desalojo del centro Cultural Afro de Herrera y diferentes actos de discriminación y violencia, dan cuenta de la exclusión social que debieron afrontar por el solo hecho de tener otro color de piel. Como su nombre lo indica, en la película de Simoncini, Ruiz y Masip se destaca la figura del tambor como el instrumento musical preponderante; símbolo que se transmite de generación en generación. Es el que les permite comunicarse y los reúne en las calles cada vez que realizan las conocidas llamadas. Precisamente, algunos de los momentos más logrados se producen cuando los protagonistas tocan con la naturalidad que los caracteriza. Soy Tambor cuenta una realidad de forma dinámica, y el testimonio de los entrevistados enriquece el relato. Pero falla un poco en no indagar más sobre los orígenes de los inmigrantes y quedarse sólo con los acontecimientos. Porque si bien es cierto que esos hechos permiten reconstruir lo sucedido, es probable que el espectador se quede con ganas de saber más. El documental refleja la cotidianeidad de la comunidad Afro, la cual no puede definirse sin el sonido de un tambor. Su tradición está íntimamente ligada al compás, al pulso y al ritmo. Por eso es interesante detenerse a escuchar.
“Africa se manifiesta a través del tambor, es nuestro espejo.” dice uno de los entrevistados de la pelicula de Mónica Simoncini, Celilia Ruiz y Santiago Masip, de Mascaró Cine que se estrena hoy. El tango y el candombe conviven en aquellos rincones de Buenos Aires que guardan los secretos de los migrantes uruguayos, afroamericanos, perseguidos, prohibidos, llegados a mediados de los 80. El formato que usan los realizadores de Soy tambor, es directamente proporcional al contenido del mensaje: la entrevista que los jóvenes hacen a sus mayores, las conversaciones de mujeres o de hombres en las calles o las casas de La Boca, las marchas por el desalojo de un centro Cultural afro. Una narración desde dentro, donde lo que se comparte es una historia y lo que se expresa es el valor de los ritmos que resisten en el contexto de la transculturación. “El tambor devuelve un golpe con otro mensaje”, dice la entonces diputada Diana Maffia En ese sentido, el recorrido por esos espacios hace benévolas áreas marginales usualmente “amenazantes” pero que aquí se iluminan con las canciones y la música de una comunidad y una tradición. La buena pelicula Los bravos, músicos peruanos en Buenos Aires de Rocío Muñoz había logrado recortar algo similar con los peruanos en Buenos Aires. En ambas se revisa las migraciones internas latinoamericanas, y expresamente lo que se remarca es que estas comunidades no hacen un folklore para el turismo o para las Secretarias de Cultura sino donde que expresan su identidad, “son” a través de la capoeria o el candombe.