Splice

Crítica de Damián Serviddio - Suplemento Espectáculos

El matrimonio compuesto por dos genetistas, Elsa y Clive, se encuentra experimentando con ADN de diversos animales para crear un ser totalmente nuevo que genere encimas que permitan encontrar curas a distintas enfermedades, incluso algunas formas de cáncer. La incorporación del genoma humano dentro de la fórmula no es una cuestión aprobada oficialmente por la compañía que financia la investigación y para la cuál ambos trabajan. Por lo tanto, Clive y Elsa pasan de la dependencia absoluta a la autonomía en la toma de decisiones en un solo paso: experimentarán en secreto sin revelar detalles del progreso hasta obtener resultados certeros. Tras varios intentos infructuosos, logran dar con el descubrimiento de nanotecnología más relevante de las últimas décadas: Dren es una criatura semi humana, con cualidades desconocidas, un intelecto asombroso y un desarrollo celular rapidísimo. Cuando Dren comience a sentir emociones y se vuelva parte de un intrincado triángulo amoroso, la pareja de científicos deberá resolver qué hace con su creación mutante.

Con producción de Guillermo del Toro y la dirección de Vincenzo Natali (El Cubo), “Splice” es un proyecto fuera de lo común que muchos espectadores celebran que haya llegado a los cines locales (dos años después que en su recorrido internacional) para romper un poco con la homogeneidad de propuestas recientes.
La buena química –nunca mejor empleada la metáfora- que se da entre la pareja central conformada por Adrien Brody y Sarah Polley, y la peligrosamente seductora Dren (a cargo de Delphine Chaneac) es parte importante de la atracción que produce la película.
El miedo, la desesperación y el temor hacia lo desconocido es representado de modos menos obvios: no es necesario tener siempre a un asesino enmascarado acechándonos o alienígenas sedientos por destrozar nuestro planeta para sentirnos inquietos frente a aquello que desconocemos. Las consecuencias de jugar a ser Dios, las consideraciones morales y el poder de crear y destruir vida a nuestro antojo pueden ser igualmente atemorizantes.