Los Prometeos posmodernos
Resulta difícil no manifestar una mínima frustración frente a lo que ha sido la carrera del realizador norteamericano- canadiense Vincenzo Natali luego de El Cubo (Cube, 1997), su excelente opera prima: Cypher (2002) y Nothing (2003) fueron obras atendibles que no llegaron a desarrollar su máximo potencial, quedándose en premisas interesantes aunque un tanto desaprovechadas. Respetando este camino vinculado a la medianía general, en esta oportunidad nos entrega su cuarto opus, Splice (2009), un pantallazo a los dilemas morales que plantean la responsabilidad paterna, la manipulación genética y el hambre de lucro.
En términos concretos se puede afirmar que estamos ante una mixtura de horror y ciencia ficción que toma prestada la estructura de Frankenstein o el Moderno Prometeo de Mary Shelley para articularla con referencias plenamente cinematográficas como un pulso narrativo a la David Cronenberg y un diseño de producción similar al ya clásico de H. R. Giger para Especies (Species, 1995). Los científicos Clive Nicoli (Adrien Brody) y Elsa Kast (Sarah Polley) se dedican a la combinación de ADN con el fin de crear animales híbridos para extraer proteínas en función de los intereses de un laboratorio farmacéutico.
Sin el consentimiento de sus superiores, la pareja decide llevar la investigación un paso más allá incorporando características humanas a la mezcla en pos de revolucionar la medicina: el producto final es un ser que aglutina elementos de los primates, los anfibios y las aves. El film a partir de este punto presenta en paralelo el veloz crecimiento de la criatura (lo que nace con forma de renacuajo muta en mujer), la imperiosa necesidad de ocultarla (bajo la amenaza de que desaparezcan los fondos) y los problemas de esta “paternidad forzada” (de esta manera salen a la luz los criterios, reparos y motivaciones de cada uno al respecto).
A pesar de que la película a nivel conceptual se adentra con sensatez en tópicos candentes que nunca perderán vigencia, es innegable que de a poco se acumulan algunos traspiés en la ejecución propiamente dicha: los chispazos cómicos no cumplen su cometido, los estereotipos entorpecen la trama y la resolución se hace bastante predecible. Aún así el director ofrece una propuesta por demás correcta que se ubica varios escalones por encima de los representantes industriales. Con un buen desempeño del elenco y un gran trabajo en CGI, Splice subraya eso de que los hombres son los únicos monstruos que merecen morir…