Splice

Crítica de Fernando López - La Nación

¿Qué sería de los relatos de ciencia ficción si los ambiciosos experimentos que emprenden sus investigadores salieran tal cual han sido planeados? El error acecha y gracias a él -o al accidente o al capricho del azar- la historia provee sorpresas, descubrimientos inesperados y abundante material dramático. De lo beneficiosas y decisivas que pueden resultar las casualidades o los accidentes pueden dar testimonio desde Flemming hasta el Dr. Frankenstein, en quien todavía muchos buscan inspiración. Splice también se nutre de esa fuente inagotable, pero ha abrevado asismismo en el cine, el del primer Cronenberg en especial.

Clive (Adrien Brody) y Elsa (Sara Pollery), marido y mujer, ambos bioquímicos, llevan mucho tiempo en busca de nuevas formas de vida a partir de la mezcla de material genético de diversa procedencia y acaban de lograr un primer éxito con dos ejemplares inéditos, bautizados Ginger y Fred. Su intención declarada y la del laboratorio que los alberga (y cuya sigla es bien sugestiva, NERD) es hallar en ellos elementos para la cura de toda clase de enfermedades.

La presentación pública de Ginger y Fred no termina bien. Pero ya se sabe que el ánimo investigador nunca cesa, así que por más que la empresa se oponga el matrimonio quiere hacer, a escondidas, la prueba de incluir en la fórmula algún ingrediente humano. Los accidentes se suceden, claro, lo que pone a prueba la imaginación de Vincenzo Natali ( Cube ), que es profusa pero a veces se desborda y a veces resulta demasiado ingenua. La cuestión es que del experimento brota una extraña criatura de dos patas con algo de pollo y de canguro y tras varias mutaciones se convierte en una cruza de calva señorita sexy de patas de ave y larga cola movediza, pero desarrolla inteligencia, quiere libertad y mientras sostiene una relación bastante tirante con su mamá manifiesta un interés no precisamente filial por Clive.

Mezcla de thriller, historia de amor, reflexión sobre la cuestión ética, sobre lo que supone ser investigador a una altura de la tecnología en que todo parece posible, y sobre cuánto hay de interés personal en la investigación que se hace en nombre de la ciencia (el pasado de Elsa es oscuro, pero el film lo desatiende), Splice no ahonda nunca en los temas que toca, y no se luce al elegir el final, pero tiene mucho humor, muchas ideas (y muchos altibajos) y está narrada con buen ritmo. A Brody y Polley les sobra oficio y Delphine Chaneac cumple con la mitad que la corresponde de Dren (nerd al revés), la criatura. De la otra mitad se ocupa la computadora.