La nueva película de Paul Feig, Spy: una espía despistada permite a Melissa McCarthy que se destaque una vez más.
Una de espías, una de acción, una comedia. La película más reciente del realizador de Bridesmaids y The Heat es un cruce entre homenaje y parodia a James Bond. Desde unos créditos iniciales que rememoran inmediatamente a aquellas películas, acá Feig pone en el centro sólo por unos minutos a un agente con charme, sexy y letal (Jude Law) para luego cederle el lugar a quien sería su protagonista, interpretada por Melissa McCarthy.
El principal atractivo que tiene esta película es sin dudas ella. Feig se aleja un poco (sólo lo necesario) de los personajes que le venía cediendo, y le permite a McCarthy componer un personaje por momentos de apariencia frágil, inocente, perdedora, pero que cuando tiene que hacerlo, se convierte en una mujer de armas tomar.
Con buenas escenas de humor y algunos gags bastante efectivos, la trama principal es poco original pero funciona para la película que Feig (quien dice que se decidió a escribir y dirigir esta película porque sabía que nunca le darían alguna de James Bond para hacer) nos entrega sea un producto entretenido.
Susan Cooper dejó su empleo como maestra para convertirse en agente, no obstante su trabajo se encuentra reducido a sentarse frente al escritorio y ayudar al espía Bradley Fine (Law). Cuando sucede algo que no es necesario adelantar, Cooper se ofrece para actuar por primera vez como el agente que es y tras sorpresa de su jefa (Allison Janney, una mujer a la que siempre da placer ver actuar), le dan una identidad falsa para que comience.
Mientras las escenas de comedia funcionan casi siempre con muy buen timing, las escenas de acción son desparejas. Si bien hay algunas muy bien dirigidas y coreografiadas, otras dejan a la vista efectos especiales un poco pobres.
Otro lindo aspecto del film es la actuación de Jason Statham, alejado del típico héroe duro de películas de acción que le toca interpretar, demostrando que el actor es más que un cuerpo sexy.Rose Byrne, que también repite con Paul Feig, está muy bien como ese cruce entre villana de turno y compinche en un mundo donde nadie parece estar a salvo.