Esta comedia dramática es el primer largometraje de Theodore Melfi. Acostumbrado un ritmo de cortometrajes, parecería un desafío sin paralelos, pero con este su propio guión, se metió de lleno en el proyecto. Para llevarlo a cabo, lo que necesitaba era una muy buena estrella para llevar el rol de Vincent, el ex combatiente de Vietnam que está un poco agobiado por las deudas y su novia streaper embarazada no ayuda al panorama. Y lo encontró en Bill Murray. Un enorme Bill Murray.
La historia empieza cuando una mujer recién separada con su hijo llega al barrio y terminan al lado de la casa de Vincent. Maggie (Melissa McCarthy) es una trabajadora de la salud en un puesto nuevo que intenta sacar adelante a su hijo en una escuela nueva.
Claro que ella misma tiene que afrontar la pareja que perdió y ver enfermedades todo el día, pero el verdadero foco está puesto en la relación que su hijo Oliver (Jaeden Lieberher) construye con el vecino. Oliver es un chico con un padre aparentemente ausente, con una madre que intenta sacarlo adelante y con una suerte de compañeros abusadores que no ayudan a que se sienta ni un poco protegido.
La comedia es llevadera pero de ritmo irregular, donde la primera mitad es mucho más entretenida y ágil que la segunda que ya apunta a la lágrima fácil, pero sobre todo es tierna. Con personajes que tienen matices y relaciones interesantes entre ellos.
Bill Murray está soberbio como este hombre un poco tocado pero que resulta ser una buena guía y una buena persona para tener cerca, o lo que más se le acerca. Pero McCarthy debe ser el personaje más querible, con esa cuota de realismo, dejando de lado todas sus morisquetas habituales. Naomi Watts está muy sobreactuada en este rol de una streaper embarazada rusa, por más que su personaje es agradable, ya que se distancia mucho no sólo de a quien estamos acostumbrados a ver en pantalla cuando la vemos sino también de sus posibilidades como actriz. Su acento es incómodo y el resultado final de su trabajo, también.
La película tiene diferentes momentos que todos van en torno a la superación de los adultos como personas para estar al servicio de los chicos, porque eso es lo que haría “un santo” desde la perspectiva de él. Sí, es verdad que es facilista y efectista, pero no son valores que nos moleste ver. El resultado final es una peli liviana y con ritmo, pero con una gran actuación de Murray que vale por sí misma bastante de nuestro rato.