Tras un descanso con el spin off Rogue One (2016), la saga más grande de todas, regresa a la pantalla grande con todo el arsenal pesado para deslumbrar a su legión de fans. Star Wars: Los últimos Jedi es una película grande probablemente la más grande de toda la saga. Dirigida Rian Johnson (Looper, Terriers) el episodio VIII no frena en nada y muestra todo lo que los fans desean y más.
No obstante, en esa sobredosis de service al fandom la película no se siente tan épica como debería ser; vemos situaciones monumentales que buscan grandes sensaciones pero no las encuentran; presenciamos resurgimientos de personajes clásicos aunque estos encuentran una reacción mixta y vemos que los nuevos principales de la saga no tienen suficiente fuerza para bancar un nuevo episodio solos. Por eso, se agradece que esta gran saga mantenga el honor de mostrar positivamente las viejas glorias, de recurrir a los factores de nostalgia para agradar al público y de aprender sobre los errores del episodio pasado (una restructuración del ep VI). Star Wars: Los últimos Jedi se siente nueva en todo sentido.
Si hay algo que agradecer a Los últimos Jedi es la fotografía. Steve Yedlin (colaborador recurrente en el trabajo de Rian Johnson) ofrece momentazos en el lente de la cámara. Lo mejor que se ve en Los últimos Jedi no son los esperados enfrentamientos, sino los momentos previos, la espera al combate, son segundos magistrales que Yedlin se encarga de distinguir con total autoridad en un pacifismo armónico anticipando la guerra.
Con un elencazo de aquellos, la película se mantiene a flote gracias al retorno de los grandes. Esta vez no como simples cameos, sino con una extensión que opaca a las nuevas caras, Carrie Fisher (contundente como nunca) y Mark Hamill se llevan puesto a todos los jóvenes talentos con total facilidad. Puede ser un aspecto positivo; pero esta película nos demuestra que la extensión de Star Wars no puede existir sin tener algún personaje clásico bajo la manga. Daisy Ridley, Oscar Isaac y sobretodo Adam Driver se lucen una vez más al interpretar la nueva camada de héroes y villanos, hacen su deber con gracia y se entregan al espectáculo y al espectador de forma positiva y absoluta; después nos encontramos con grandes rostros que no pican ni cortan en los nombre de Benicio del Toro, Laura Dern y Andy Serkis; y por último tenemos a un actor que con su personaje logra despachar las buenas vibras para convertirlas en pedidos desesperados de “Mátenlo!” y ese actor es John Boyega caracterizando al ya inútil, Finn.
152 minutos marcan el paso del episodio VIII, y esos minutos pesan y se sienten desequilibrados. En Los últimos Jedi se le da un incorrecto lugar a la comedia, que se siente forzada y absurda; estamos hablamos de una película que necesita ser grande en todo sentido, pero Rian Johnson se encuentra con un favoritismo al corte de escenas emotivas con chistes sosos que quitan impacto crítico. La primer hora de Los últimos Jedi es pura y exclusivamente una fanfarria cómica. Tampoco ayuda en darle un toque absurdo al arco de un personaje clásico (cuando lo vean se van a dar cuenta de lo bizarro que es) que resulta patético y quita integridad a su arco.
Star Wars episodio VIII: Los últimos Jedi es una entretenida película que ofrece lo que todo fan quiere, pero de tal forma que uno siente que la victoria fue conseguida haciendo trampa.