Recuerdo constantemente la sensación que me dio cuando vi por primera vez por YouTube el discurso que dio Jobs en la universidad en donde hablaba de su experiencia de vida, no pude más que sentir un rechazo enorme por ese líder que se basaba tanto en la competencia y en el resentimiento. Cuando vi la biopic (película biográfica) que hicieron en el 2013 no pude evitar pensar que era una perspectiva condescendiente ya que lo endiosaban por sus logros tecnológicos. Yo, sinceramente, necesitaba más mugre porque seguía teniendo esa imagen del tirano. Este film, inteligentemente, usa esa perspectiva.
Bajo el tagline de “¿Puede un gran hombre ser un buen hombre?”, con la pluma incomparable de Aaron Sorkin (La red social, Newsroom y Cuestión de Honor) la película se estructura en tres grandes lanzamientos que cambiaron la industria, no quepa ninguna duda, y cada vez tenía un costo más grande en su humanidad, en la relación con su familia y en su salud. Y de repente ese líder tan corrosivo empezaba a formarse tras cada logro.
Danny Boyle, quien nunca fue uno de mis favoritos pero que tiene su marcado estilo, esta vez deja de lado sus travellings vertiginosos por las calles de las ciudades como nos tuvo acostumbrados en Tumba al ras de la tierra y Trainspotting o inclusive en Slumdog Millonaire, sino que usa el ritmo de los diálogos de Sorkin para imprimir velocidad con una estética de luces extremadamente blancas y duras. Sí, estás viendo a un dios cayendo frente a tus ojos.
El elenco muy sólido se conforma con una tríada impecable de Fassbender, Winslet y Rogen, mostrando también el énfasis en el desarrollo del personal y de cómo era su manejo del personal y la motivación del equipo. A medida que avanza el film y él va perdiendo el control, lo más interesante es cómo maneja el tono de voz, la fuerza y obsesión. Una de las cosas que más me impresiona en pantalla es que hay cosas que son difíciles de transmitir y el carisma definitivamente es una. La fuerza que tiene Fassbender en pantalla, combinando la luz dura mientras su camisa va del blanco inmaculado a los cuellos de tortuga negros, hace de esta pieza pensada milimétricamente, una sinfonía impecable.
Nunca consideré que un gran hombre pueda ser un buen hombre. Algunos le llaman el costo de la grandeza, otros simplemente se comen el resto de las manzanas.