Sobredosis de ternura
Tadeusz tiene 90 años y a pesar de haber vivido duras experiencias (primero en Polonia, donde nació; después como brigadista internacional en la Guerra Civil Española; más tarde en su país al que abandonó tras perder a toda su familia en los años del nazismo) vino a buscar una nueva vida en nuestra ciudad como trabajador del subte (al que según dice ayudó a construir, aunque los almanaques lo desmientan), y no le ha ido mal: no ha perdido las ganas de vivir ni dejó de cultivar sus amistades. Toda gente cariñosa, paciente y solidaria que lo acompaña, atiende sus necesidades (incluso las amorosas porque no las ha perdido con la edad) y admira su talento para el ajedrez, en el que sigue luciéndose. Si la memoria y la voluptuosidad flaquean, dice que es culpa de un medicamento que el médico le prohíbe suspender. Podrá quejarse a veces, pues, pero los bellos recuerdos y las amistades ayudan. Sólo le faltaría poder imitar a su viejo amigo franquista que sueña con volver a Italia para terminar su aventura vital donde la comenzó. "Casi da gusto" esperar el final así, exagera.
No bastaría con la bendita advertencia "inspirada en hechos reales" (que aquí no figura, aunque algo de eso hay), para compensar la sobredosis de ternura que el film aplica a esta historia no demasiado atenta a los anacronismos ni a su dudoso realismo. Se busca, probablemente, complacer al espectador y si esos excesos se aceptan es porque hay un grupo de actores (encabezado por Héctor Bidonde, por primera vez protagonista) que se esfuerza para dar a sus criaturas una pizca de verdad.