Definitivamente Suburbicon es la mejor película de Clooney en su faceta de director desde la ya lejana Buenas Noches y Buena Suerte (Good Night and Good Luck, 2005): estamos frente a un regreso en términos prácticos al período histórico que más le fascina, léase la primera mitad del siglo pasado, esas décadas previas a la revolución contracultural de los 60 y 70, años que ya había examinado también -aunque con resultados artísticos menos satisfactorios- en Jugando Sucio (Leatherheads, 2008) y Operación Monumento (The Monuments Men, 2014). Hoy el señor deja de lado cualquier pretensión de inspirarse en personajes o anécdotas personales o familiares para meterse de lleno en lo que podríamos definir como el terreno por antonomasia de los principales guionistas del convite, los hermanos Joel y Ethan Coen (como ya comentamos antes, también colaboraron en el armado de la historia el propio Clooney y Grant Heslov, no obstante el tono narrativo es preponderantemente cercano a la sensibilidad de los Coen). El argot cinematográfico que abraza Suburbicon es el del film noir sardónico, ese que más que sólo desnudar las miserias y bajezas de los protagonistas, lo que en realidad hace es construir un retrato de época que resuena bien fuerte en nuestro presente por una infinidad de problemas arrastrados en el tiempo. Todo gira alrededor de la familia del pequeño Nicky Lodge (Noah Jupe), cuyo padre Gardner (Matt Damon) es un burgués mediocre y apagado, su madre Nancy (Julianne Moore) una pobre mujer parapléjica, y su tía Margaret (también interpretada por Moore, porque hablamos de gemelas) una “mega tonta”, tan simplona como aburrida. Mientras la comunidad del título en la que viven, un vecindario de blanquitos conservadores típicos de Estados Unidos, se entretiene martirizando a la primera familia negra que se muda al lugar (incluida la construcción de un muro, impedirles comprar alimentos, acosarlos con estruendos insoportables y una serie de estrategias dignas del Ku Klux Klan), Nicky es testigo de cómo un par de criminales entran una noche a su casa y drogan a todos con cloroformo antes de robarles, lo que rápidamente desencadena la muerte de su mamá por sobreexposición al producto químico. Por supuesto que no todo es lo que parece y la actitud fría de Gardner ante la debacle nos arrima a la certeza de que el asunto está relacionado con un fraude a la compañía de seguros del clan Lodge, frente a lo cual el niño intentará defenderse -cuando descubra la verdad- a pesar de su corta edad y la desproporción existente con los responsables del entramado de engaños. El opus de Clooney es un retrato muy perspicaz e hilarante de esos primeros suburbios de las grandes urbes que bajo la excusa de alejarse del ruido y el smog, se terminaron aislando del resto de las clases sociales y entregándose al racismo, la petulancia y el egoísmo más cobarde/ decadente, circunstancia que a su vez por un lado reprodujo todas las barbaridades de las que se pretendía escapar y por el otro lado las magnificó conceptualmente en espacios más acotados, en un entorno a escala reducida. La actuación del elenco es magnífica ya que ninguno de los actores cae en la caricatura de medio pelo favorita del mainstream, optando en cambio por un naturalismo de inflexión algo farsesca que juega con la economía expresiva y las ironías de fondo de cada situación (las correspondientes al desarrollo del relato en sí). Otros dos elementos que sorprenden son la generosa dosis de gore -para los niveles habituales del Hollywood higiénico actual- y la virulencia satírica para con la derecha retrógrada y hueca norteamericana: ambos detalles se nos aparecen evitando los clichés de los films centrados en “el mundo de los adultos visto a través de los ojos de un niño” y echando mano de un calidoscopio que se pasea por todos los personajes… aunque la historia suele preferir la perspectiva del único verdadero inocente de la faena, Nicky, un purrete muy avispado que comprende rápido lo que sucede pero no puede hacer mucho al respecto más allá de pedir ayuda a su tío Mitch (Gary Basaraba) y -armado de mucha paciencia- esperar que todos los involucrados comiencen a matarse/ fagocitarse entre ellos.