Este simpático y entretenido film de animación español -una ingenua historia de aventuras destinada a los chicos, pero, siguiendo el ejemplo de los productos norteamericanos de los últimos años, con abundantes guiños, quizás demasiados, al público adulto-, ha sido un éxito rotundo en su país y también más allá de sus fronteras. Está claro que su realizador, Enrique Gato, ha aprendido muy bien las lecciones de Hollywood y esa es su ventaja; por algo ha conseguido un triunfo comercial que se extendió en todas las direcciones: de Rusia, Turquía, e Israel a México, Brasil, Taiwan, Singapur y hasta China. Pero quizás ha aprendido esas lecciones tan de memoria que su película termina mostrándose algo más que inspirada en los films que le sirvieron de ejemplo.
Desde la historia en sí misma -Tadeo es un pariente lejano de Indiana Jones en busca de algo parecido al Arca perdida- hasta cada uno de los personajes que lo rodean, o las situaciones por las que atraviesan -cómicas, tiernas o espectaculares- casi todo responde a modelos conocidos. Son personajes gratos, sus aventuras resultan entretenidas y a veces graciosas y están bien definidos en el dibujo, aunque carecen de cualquier sello que dé alguna seña de su origen y los diferencie de la animación convencional que hasta inunda los avisos comerciales. Salvo, quizás en algunos rasgos del albañil -arqueólogo o en los bichitos -el loro, el perro- que parecen ser acompañantes indispensables en este tipo de cuentos. Y aunque se comprende que haya sido el propósito de lograr difusión internacional lo que llevó a emplear el inglés y conservarlo en varias canciones, no deja de causar alguna molestia la irrupción de las canciones en ese idioma en las copias destinadas al público latinoamericano dobladas al español neutro (esa sí una sensata decisión, teniendo en cuenta que el habla de la península no siempre resulta comprensible entre nosotros).
Sin duda es un paso importante el que han dado Gato y su equipo para afirmarse en el mundo de la animación. Sólo le falta atreverse a buscar su propio lenguaje. Quizás a los chicos que probablemente no hayan oído hablar del héroe de Spielberg (ni de Lara Croft o de la momia), poco les importe este "parentesco" y se entretendrán lo mismo con los modestos aventureros que logran asomarse a la ciudad perdida de los incas y comprometerse a guardar el secreto, pero los que sí tienen edad para haber sido espectadores de cine en los últimos veinte o treinta años lamentarán que el bien pertrechado equipo español no haya querido correr el riesgo de imaginar otro lenguaje y pintar un mundo con rasgos más propios.