El cerebro no tiene color
"Talentos ocultos" trata sobre tres afroamericanas que trabajan en la NASA y sufren discriminación no sólo por su color de piel, sino que también por ser mujeres. Un historia de superación que más que nunca es necesaria en el mundo entero.
Tres afroamericanas van a gran velocidad en un automóvil preocupadas por no llegar tarde a su trabajo. Un patrullero las detiene y al ver que trabajan en la NASA, comenta: “No sabía que allí contrataban a...”.
Dorothy Vaughan se apresura en contestar: “Mujeres, sí, trabajan muchas mujeres en el programa espacial”, no aceptando que un oficial vaya a degradarlas, y también adelantándose a la posible respuesta temperamental de alguna de sus compañeras.
Corría la década del 50 y nada era fácil para la gente de color. Mucho menos si eran de sexo femenino. Pero esas tres mujeres, audaces, que hicieron carne esa búsqueda de la NASA de ser los primeros, se convirtieron en una parte fundamental en la historia espacial norteamericana.
“Talentos ocultos” narra la historia basada en hechos reales de las matemáticas Katherine Johnson (Taraji P. Henson), Dorothy Vaughan (Octavia Spencer) y Mary Jackson (Janelle Monáe) cuando en plena carrera espacial y en tiempos de la guerra fría, debían librar su propias batallas diarias al enfrentarse a la discriminación y la exclusión.
“Los cerebros no tienen color”, dijo su protagonista Henson recientemente en una entrevista resumiendo el tema de la película, que es candidata a Mejor película en los Oscar, y ya cuenta con tres estatuillas como Mejor reparto por otras tres premiaciones.
Súper inteligentes
Las tres mujeres eran “computadoras humanas”, realizaban los cálculos que ingenieros y científicos de la agencia espacial necesitaban. Johnson fue llamada para trabajar específicamente en el área de Controles de Naves Espaciales para hacer ese tipo de tareas, pero Al Harrison, director del grupo de Tarea Espacial, debió darle las alas que a fuerza de inteligencia quería desplegar.
Mary Jackson peleó durante años para transformarse en ingeniera, y tras muchas trabas que incluyeron la petición de un amparo en el ayuntamiento de la ciudad para poder estudiar, se convirtió en la primera profesional en esta categoría en su país.
Como supervisora de las otras computadoras, a Dorothy Vaughan el progreso se le hacía casi imposible, pues como la única coordinadora, no querían que abandonara su puesto. Como a sus dos compañeras, su tenacidad y necesidad de evolucionar al ritmo de la institución para la que trabajaban, la transformaron nuevamente en pionera, especializándose en informática.
Un filme sobre superación, de héroes anónimos y de apertura de visión sobre la desigualdad y la discriminación, que más que nunca son necesarios no sólo en Estados Unidos, sino en el mundo entero.