Talentos ocultos

Crítica de Pedro Squillaci - La Capital

Para muchos, “Talentos ocultos” puede ser vista como otra película más sobre discriminación racial en la larga lista de producciones estadounidenses, sean de la industria o independientes. Sin embargo, Theodore Melfi supo encontrar el pulso exacto para narrar un drama que, con el eje en la citada temática, se despega del resto. Basada en un caso real, esta es la historia de tres mujeres afroamericanas que son brillantes en matemáticas y que no se resignan a estar ajenas de los avances que marcarán el futuro de la humanidad simplemente por tener un color oscuro de piel. Con superlativas actuaciones de Taraji P. Henson, que injustamente no fue nominada a mejor actriz protagónica en los Oscar; Octavia Spencer, que sí está nominada a mejor actriz secundaria; y Janelle Monáe, la película se construye en la frescura y el dramatismo de las interpretaciones. No en vano “Talentos ocultos” fue elegida por sus colegas como el mejor elenco en los premios que otorga el Sindicato de Actores. Hasta un mediocre actor como Kevin Costner se destaca como un transgresor jefe de la Nasa y sorprende en una escena típica para el aplauso que conviene no revelar. Ambientada en los años 60, las tres mujeres, con valentía y decisión, querrán colaborar para que el hombre llegue a la Luna, en los primeros pasos de la tecnología IBM, o en ser aceptadas para cursar ingeniería. La gran pelea de las tres es ser lo que quieren ser, cuando todo está hecho a gusto y medida de la gente de raza blanca. El ritmo de la película y la musicalización colaboran para que ciertas cuestiones dramáticas sean más livianas, lo que ayuda al equilibrio emotivo. El final, con las imágenes de las protagonistas reales, es recurrente pero también efectivo.