Escrita y dirigida por Lautaro García Candela, Te quiero tanto que no sé es una ópera prima que funciona como una especie de road movie nocturna porteña.
Francisco de viaje por la noche de Buenos Aires. Un joven que se deja llevar, quizás más de lo que quisiera, por lo que la noche tiene para ofrecerle. Su objetivo es llegar a Paula, la chica que le gusta y con la que tuvo un encuentro casual reciente que cree que puede servir como excusa para volver a verla. Más allá de parecer dudar todo el tiempo, termina actuando. Un mensaje, un agarrar el auto e ir. No obstante nada es tan simple y en el medio lo demoran diferentes personas.
Te quiero tanto que no sé es un largo deambular entre situaciones y personas que, muchas veces, no tienen que ver una con la otra. A ellas se les suman canciones que se pueden poner a cantar porque sí, o porque cantar es mejor que hablar para decir muchas cosas.
El problema principal de Te quiero tanto que no sé es su superficialidad. Se exponen un montón de aristas a lo largo de esa noche larga y todo termina quedando ahí, en la superficie. A la larga estamos ante una galería de personajes poco interesantes y que, por lo visto, poco tienen para hacer en la vida más que encontrarse y desencontrarse.
Por momentos Fran parecería ser una especie de versión masculina de Elisa Carricajo en Cetáceos, alguien que por más que a veces diga que no como primera respuesta a una invitación (en esta película suele ser un “estoy apurado”) termina cediendo ante todo lo que se le va presentando. Sin embargo, allí donde había un estudio mayor del personaje y de su situación particular, acá nada tiene mucho sentido o no importa.
A nivel técnico se cuenta con lindos planos y algunas de las escenas musicales son bonitas (interesante la banda sonora con canciones nacionales más bien “viejitas”). Poco más que ese envoltorio tiene para ofrecer esta película.