La evasión como imperativo.
Por fin estamos en posición de poder confirmar que Te Sigue (It Follows, 2014) viene a salvar al cine de terror actual, una frase que va más allá de la simple extrapolación de un lugar común de la crítica de rock porque efectivamente designa una realidad. La segunda película de David Robert Mitchell se abre camino como una pesadilla doméstica de una enorme intensidad, en la misma línea de la reformulación de los paradigmas sobrenaturales que encararon otras anomalías recientes como Oculus (2013) y The Babadook (2014). Mientras que el mainstream continúa obsesionado con los coletazos del found footage, la periferia anglosajona deja entrever una vitalidad que escapa a la redundancia y la oquedad.
El inicio, al igual que el desarrollo ulterior, es francamente maravilloso y establece un tono etéreo y claustrofóbico: luego de una mínima introducción con una señorita que termina en una playa con sus extremidades inferiores girando sobre su eje, conocemos a Jay Height (Maika Monroe), una estudiante universitaria que comienza a flirtear con Hugh (Jake Weary), un joven con el que tiene sexo en su auto en una cita circunstancial. Por supuesto que el asunto se descontrola cuando el susodicho la droga con cloroformo, la ata a una silla de ruedas y desde el interior de un edificio derruido le señala un descampado, explicándole lo que será su vida a partir de ese momento mientras avanza una mujer desnuda hacia ellos.
Aquí la pulsión de muerte funciona en términos literales, como corresponde al andamiaje del horror, ya que el objetivo del ángel exterminador de turno pasa por fornicar hasta matar a sus presas, como si se tratase de una variante erótica de los videos de El Círculo (Ringu, 1998). La parca hoy toma la forma de un demonio de transmisión sexual que sólo Jay ve, que siempre arremete caminando y que cambia de rostro incesantemente, en el marco de un acecho silencioso. Con una fotografía ampulosa e inmaculada símil Nicolas Winding Refn y una ambientación suburbana con una importante influencia de Halloween (1978) de John Carpenter, el film es tan vehemente a nivel visual como pavoroso en el apartado simbólico.
Si bien es cierto que el tópico central del relato puede ser leído como una metáfora de las enfermedades venéreas o los depredadores sexuales, esos dos grandes fantasmas de la genitalidad post HIV y la violencia metropolitana filtrada por los medios de comunicación, resulta indudable que los diálogos -plagados de una suerte de poesía lynchiana- remiten a la pérdida de la inocencia y su corolario inmediato, la desaparición de una libertad irrestricta empardada con la niñez. El hacerse responsable por las decisiones propias aparece como el horizonte conceptual del convite, el cual constantemente coloca a la protagonista en el penoso dilema de “transferir” la condena del hostigamiento o seguir huyendo ad infinitum.
La propuesta está sostenida fundamentalmente en la extraordinaria banda sonora de Rich Vreeland (una mixtura de ambient, musique concrète y techno setentoso, control de ecos mediante) y en un ballet óptico exquisito (de este modo, las tomas amplias y los travellings se contraponen con los planos detalle y una edición muy seca). Mitchell demuestra ser un esteta en extinción, de esos que saben reconciliar el imaginario estándar del género con las necesidades de la historia, logrando de paso otra interpretación prodigiosa de parte de Monroe, vista hace poco en la también fascinante The Guest (2014). Te Sigue es una letanía a la fragilidad y la angustia que surgen cuando la evasión se convierte en un imperativo…