Telma, el cine y el soldado

Crítica de Jessica Johanna - El Espectador Avezado

La ópera prima de Brenda Taubin es un curioso y cálido documental en el que se permite jugar cruzando realidad y ficción. La historia sigue a la señora del título en busca de aquel soldado al que su hija, cuando tenía quince años, le escribió una sentida carta sin conocerlo. En esa búsqueda entra una película con ribetes detectivezcos pero con un estilo kitsch y divertido al que cada uno de sus protagonistas se suma con evidentes ganas.
Era el principio de la década de los 80s y los jóvenes argentinos eran enviados a combatir por una guerra que sintieron o les hicieron sentir suya. Los medios de comunicación querían instaurar la esperanza a través de optimistas mensajes sobre el patriotismo y un éxito que nunca llegamos a ver ni a sentir. En una de esas emisiones se insta a la gente a escribirles a los soldados que arriesgaban su vida por el país, a enviarles regalos o palabras de ánimo en agradecimiento. Así, una chica de quince años elige una persona al azar y con este muchacho de 19 años llega a intercambiar sólo un par de cartas hasta que una es devuelta y no vuelve a saber de él.
Una señora jubilada que disfruta de ir al cine y juntarse con sus amigas comienza a preguntarse qué habrá pasado con ese muchacho que llegó a cartearse con su hija adolescente. Una anécdota que tiene potencial de película. Así, de la mano de la directora deciden emprender una búsqueda y hacer entonces su propia película sobre ésta.
Si bien estamos ante un documental, Taubin pone desde el principio el artificio en evidencia. Si la fachada de la casa de Telma no es adecuada desde lo estético, se usará la de la vecina. Lo que en un principio parecen decisiones propias de casi cualquier documental en el que se pretende contar una historia real con una mirada específica, pronto se convierte en un juego con la ficcionalización en el que sus protagonistas se prenden de inmediato, como cuando Telma y sus incondicionales amigas se disfrazan de gángsters y actúan en una de las secuencias más divertidas de la película.
La hija Lili tiene un protagonismo menor pero está un paso detrás del movimiento que lleva a cabo su madre. Se prende, se divierte, y a veces duda. A la larga, la carta es una excusa para retratar a estos queribles personajes. Junto con ellas queremos encontrar a «El Tano», el soldado en cuestión, saber qué fue de él, por dónde andará y, sobre todo, si recuerda ese breve intercambio con el mismo fervor.
El documental se aleja de los lugares comunes a la hora de tratar con una temática sensible como la Guerra de las Malvinas, no lo explora en profundidad pero se permite ser reflexiva y crítica en su justa medida, y lo hace con imaginación, humor, respeto, color (la dirección de arte es notable). Aun con toda esa artificialidad la película se siente auténtica y Taubin se muestra como una realizadora en busca de un estilo personal cuyo primer paso resulta exitoso y dan ganas de ver con qué más nos sorprenderá en el futuro. De esas experiencias que te dibujan una sonrisa en el rostro.