Apenas empieza este film somos testigos del desmoronamiento de una persona, de cómo ella es la sombra de lo que fue. Las pesadillas aparecen claustrofóbicas cuando eran felices y el ayer y el hoy se mezclan sin piedad para desarmarla.
Eva es una madre y como tal quiere amar a su hijo pero algo ha sucedido que la dejó en un estado catatónico. No es que ella sea indiferente, es que cada vez que se siente feliz o que va a poder salir adelante, alguien en el pueblo está dispuesto a recordarle lo que ella engendró.
Siempre con una fotografía que resalta los rojos, la sangre parece perseguir al personaje. Cuando ve a su hijo, este es capaz de despedazar de una forma intimidante a sí mismo con tal de alejarla. El tema siempre será el mismo: Eva siempre supo quién era Kevin y sin embargo no lo detuvo.
Otro dato interesante es cómo pinta a John Reily, el padre del chico, siempre con esa postura de que "acá no pasa nada", apoya la idea de que ella siente que es mala madre, que no está sabiendo manejar las cosas. Pero no hay psicópata que no sepa jugar sus fichas.
La banda sonora nos muestra canciones alegres, románticas, que nos sitúan en un pueblo pequeño que no está dispuesto a absolverla. ¿O es ella la que no va a hacerlo?
Lynne Ramsay, quien tiene una trayectoria importante en cortos, nos lleva al corazón mismo de los chicos con problemas. Acá no hay una búsqueda por tener excusas y en el hecho de que ella sea la narradora está la bestialidad de él y la culpabilidad de ella.
Honestamente, la película tiene mucha muñeca y Tilda Swinton está espectacular. La genialidad del chico, de cómo tomarlo con esas cejas tan pronunciadas y siempre con esa mueca casi irónica en la que se cree que está tramando algo tremendo funciona espectacular. Pero te deja de cama.
Lo pensaré muy bien si quiero volver a verla…no es para días grises.