Para sábado a la noche
Terror en Chernobyl es una película norteamericana que lleva el terror por un camino conocido, y que, como tal, sólo empuja al espectador hasta una emoción tutelada, una especie de miedo sin sorpresa ni tanto vuelo. Claro que todo depende de lo que busque el espectador. Algunos pasarán el rato con lo que tienen, otros le demandarán al filme un plus.
Seis jóvenes se trepan en Kiev (Ucrania) a un recorrido de turismo extremo comandado por un guía de dudosa calaña. El objetivo del viaje, que algunos se resisten a emprender, siendo finalmente llevados por la mayoría, es realizar una visita a Pripyat, ciudad colindante a Chernobyl, abandonada luego del famoso accidente nuclear e infestada por la radiación.
Sólo que la radiactividad pasará a segundo plano cuando descubran que dentro de ese perímetro, vigilado por el ejército, no están tan solos como creían.
El dibujo grueso de los personajes, que desecha una parte importante de cualquier trama, pero sobre todo impide identificarse con ellos, es uno de los puntos flacos de este filme.
En cambio, uno de los gordos, es el siempre recomendable recurso de mantener al generador del miedo lejos del alcance de la cámara, motivando así a los demonios de la mente del público a jugar su propio papel.
Lástima que la materialización de ese miedo no esté entre lo más inspirado de la producción artística.
Algo muy bueno del filme debut de Bradley Parker (formado como especialista en efectos especiales en la industria norteamericana) es el modo en que utiliza a Chernobyl como personaje de la historia. Podría decirse incluso que el filme tiene dos tipos de suspenso. Uno alimentado por la extraña figura de la ciudad, abandonada y radiactiva, y luego el que se filtra como una niebla, a partir de que los personajes caen en la cuenta de que hay algo cazándolos.
Una película que no se aparta de las modas del género, pero ofrece pasar un buen rato.