La ferocidad del engaño.
No podemos más que celebrar el grado de irreverencia e inconformismo con el que Paul Thomas Anderson ha administrado su carrera como realizador. Claramente hablamos de una de las pocas figuras que subsisten en el firmamento cinematográfico construyendo obras adultas que habilitan múltiples interpretaciones, siempre portadoras de una riqueza intrínseca sin igual. El primer testimonio de su talento lo tuvimos mediante esa trilogía de comedias dramáticas sardónicas con las que se dio a conocer, léase Juegos de Placer (Boogie Nights, 1997), Magnolia (1999) y Embriagado de Amor (Punch-Drunk Love, 2002), opus tajantes cargados de una inusitada virulencia formal y destinados a la polémica...