Lo que no queda de Shakespeare
Kenneth Branagh supo destacarse por diversos films, basados en míticas obras teatrales o literarias inglesas, llevando al cine Enrique V y Hamlet entre otras de William Shakespeare o Frankenstein de Mary Shelley. En la actualidad, con Thor el realizador británico incursiona en un arte más moderno como el cómic, mayormente un relato de la cultura estadounidense.
Thor es una convencional película posmoderna de superhéroes en la que todo su ímpetu esta dedicado al entretenimiento de masas, que con un argumento endeble, un sentimentalismo desatinado y una moral importunada no se acerca ni siquiera a lograrlo. Por el contrario, otros íconos de Marvel como Iron Man en su versión cinematográfica de Jon Favreau o Spider Man de Sam Raimi, a pesar de no ser grandes películas, cumplían con sus expectativas primordiales y resultaban ser films correctos.
La superproducción de Branagh narra la épica historia del guerrero del martillo (interpretado por Chris Hemsworth), quién es desterrado por su padre del reino de Asgard debido a su arrogancia, para que el destino lo envíe a La Tierra. Ahí empezará a comprender de sus errores para luego convertirse en un “verdadero héroe” y salvar a ambos planetas de la amenaza del mal.
El film proyecta una estructura narrativa paralela entre los sucesos en Asgard como en La Tierra, mientras Thor va descubriendo dónde se encuentra se irá enamorando de Jane (una Natalie Portman muy lejana a la de El Cisne Negro), audaz física quién causalmente se lo cruza en busca de un experimento científico. En semejanza, su hermano Loki (Tom Hiddleston) planeará conquistar el trono del otro mundo ansiando interrumpir de cualquier manera su retorno y evitar que interfiera en sus planes.
El film por momentos esta lleno de lugares comunes, es absurdo y ni los costosos efectos visuales impresionan para salir de la fatiga; aunque con esto no se quiera decir que la película sea densa, pero si intrascendente. La historia nunca tiene profundidad, su ideología es casi nula, o todo lo contrario a lo que podría ser una obra modelo como El Caballero de la Noche de Christopher Nolan.
La película de Branagh no proyecta el culto de los trabajos anteriores del director, toda aquella poesía shakesperiana parece quedar en el olvido tanto narrativa como estéticamente. El film plantea consecuencias muy lineales y básicas, en tanto que su protagonista parece ser más un modelito para las adolescentes que un superhéroe creíble.
En fin, mucho ruido, pocos nueces… Thor de Branagh es un estallido de efectos especiales que no enriquecen al género, y su pobre estructura narrativa deja a este clásico de Marvel muy distante de lo deseado; pareciese más que nada un trabajo por encargo, de los cuales alejan incipientemente los ideales artísticos del cine para implementar historias pochocleras que cada vez entretienen menos por su monotonía y previsibilidad.