El mundo de Marvel siempre ofrece algo más. Y en este caso, la película “Thor, un mundo oscuro” zafa por plantear una trama que apuesta a la espectacularidad, pero respeta la esencia de la historieta, del cómic. Ese universo, con humor, con guiños a otras figuras de Marvel, como El Capitán América, hace que esta secuela se deje ver, y eso que el comienzo se hace cuesta arriba. El director Alan Taylor (un especialista en series estadounidenses, como “Game of Thrones”) se empecinó con hacer referencias al primer filme del hijo de Odín e hilvanó una historia con demasiada información, cargada de texto, que recorre desde Asgard a Londres, y con tránsito pesado. Pero cuando Thor decide convocar a su hermano Loki (logrado rol de Tom Hiddleston) para liberar a Asgard y lanzarse a la batalla contra los Elfos, definitivamente la película arriba al destino deseado. Allí toma otra intensidad, y la batalla por Asgard también se convierte en el combate para salvar al mundo (vieja e insoportable maña del cine hollywoodense). Sin embargo, la acción y los momentos risueños le aportan un atractivo a la película, que hasta se permite coquetear con una historia de amor de dos mundos entre Thor (el pintón pero inexpresivo Chris Hemsworth) y Jane Foster (la todoterreno y siempre bella Natalie Portman). Párrafo aparte para Anthony Hopkins, con la capacidad de hacer desde un asesino serial a este Odín y siempre dar un tono creíble. Precisamente es a partir de Odín, el padre de Thor, que se abre un interrogante sobre el cierre de la película. Esa duda, que seguro la llevará consigo cada espectador, es la que da por hecho que es inevitable la llegada de “Thor 3”, lo que, desde ya, es celebratorio para los fans del héroe del martillo volador.