Los balcánicos, en busca del "tiempo perdido"
El croata Rajko Grlic se inició en el cine en la antigua Yugoslavia y desde comienzos de la década de 1980 desarrolló una filmografía en la que se propuso reflejar los conflictos étnicos y sociales de aquella región, ahora disgregada en varios países.
En cierta medida la historia que narra en Todo queda en familia , ambientada en la ciudad de Zagreb, pretende metaforizar la supuesta inquieta inestabilidad de los croatas, que parecen apresurarse en recuperar el tiempo perdido después de las represiones sufridas en el pasado.
Los ejes de esta historia son los hermanos Nikola y Braco, hijos de un artista plástico y mujeriego hasta el último minuto de su vida. Nikola es empresario y un bon vivant, que durante la guerra se trasladó a Estados Unidos y a su regreso consolidó una respetable posición económica.
Braco es profesor de Literatura española y un bohemio que enamora a sus alumnas y mantiene un conflicto permanente con su esposa, de la que está separado.
Nikola también está casado, pero mantiene en secreto a una segunda esposa. Y tanto uno como el otro son extremadamente mendaces e infieles, al extremo que la hija adolescente de Braco no sabe a ciencia cierta quién de los dos hermanos es el padre.
El director los retrata como los prototipos del "macho balcánico", aunque las mujeres tampoco les van en zaga en materia de adulterios, porque en apariencia esa "debilidad" hace a sus naturalezas de amorales, aunque hoy prefieren ser catalogados de transgresores.
Grlic no los juzga ni tampoco los condena. Observa sus comportamientos e inclusive afirma que en la actualidad, en su país y ya superadas las guerras, el adulterio sería la expresión de una nueva rebeldía social.
Hay secuencias que producen repulsión y por momentos no se sabe bien si el director apologiza, celebra o condena la conducta de sus personajes. Porque al fin y al cabo, como reza el título, "todo queda en familia", sin importar quién es el padre y quién el tío de los hijos.
El filme está dividido en capítulos, dedicados a cada uno de los protagonistas de ambos sexos. El enfoque es el de una tragicomedia familiar en su vertiente más desaforadamente folletinesca, salpicada de un humor ácido y con un sostenido ritmo narrativo.
Una baza de este filme son las actuaciones, en especial de Bojan Navojec en el personaje de Braco, y de Miki Manojlovic, el intérprete fetiche de las primeras películas de Emir Kusturica, que compone con solvencia al burgués amoral Nikola.