El buen sentido de la urgencia
Parece mentira que se hayan necesitado tantas cabezas para idear un film tan sencillo, pero así se hacían las cosas en los viejos tiempos. Todd Phillips se consagra con esta película como un auténtico explotador de fórmulas básicas, que con el cine las potencia para convertirlas en un gran espectáculo, digno de la talla de la era de oro de Hollywood. Timing sobresaliente, respeto en el desarrollo de los personajes, y narrativa ante todas las cosas. Bendito sea el cine; bendita sea la comedia.
Si con The hangover (2009) Phillips logró deslumbrar con una historia que mezclaba Fear and Loathing in Las Vegas (1998) con un capítulo de Los Simpsons que parodia dicho film de Terry Gilliam, ¿qué queda para una cinta que hasta juega peligrosamente con el auto-homenaje? (hay quienes incluso la tratan de versión libre de Planes, Trains & Automobiles -1987-). Due date (2010) nace y muere con la clásica redondez de un encuentro forzado entre dos seres diametralmente opuestos (Downey Jr. y Galifianakis en la dupla actoral del año), y se nutre de cánones cinematográficos para impulsar una trama insalvable, pero riquísima.
Phillips juega con fuego al idear una locura como Due date, porque no todos se bancan que una película tan básica sea tan, pero tan buena. A nadie le cae bien (nadie, siempre intentando despersonalizar a aquellos que no tengan pudor al disfrutar algo que hace reír) que una fórmula ultra-clásica como la dirección del realizador de la ganadora del Golden Globe 2009 a Mejor Comedia llegue tan bien a los espectadores (la sala con la que compartí la proyección no paró de estallar en risotadas descontroladas en cada una de las secuencias ideadas para ese fin). ¿Y saben qué? Está bien. No importa, porque yo no voy a escatimar al decir que Due Date es, sino la mejor, una de las mejores comedias de la temporada.
Insistía con el timing porque la película goza de un ritmo asombrosamente pegadizo. Cada secuencia, cada escena, cada golpe de efecto, es como una droga para el espectador. Y es una droga casi mortal, que Phillips -apoyado en los maravillosos aportes de sus protagonistas- utiliza sin reparos para no dar respiro ni un segundo: cuando termina un gag implícito (las insinuaciones sobre infidelidad), arremete con otro (la ácida y negrísima escena del "café" que se toman los muchachos), y no contento con eso, nos da un zarpazo de dramatismo (la penosa situación del personaje de Galifianakis). Y así hasta el final.
Puede pecar de grotesca (chistes físicos como reventarse contra una puerta de auto y sacarla de los goznes), puede pecar de exagerada (innecesario el acto en la frontera mexicana), pero es una historia que está muy bien equilibrada (la escena en el Gran Cañón, impagable). Due Date hace reír y nos hace pensar que, es cierto, la comedia americana pasa por tiempos muy difíciles, aunque siempre sabe como quedar bien parada. Lo último de Phillips no aporta nada al género, no brinda novedades. Al contrario, se reinventa una y otra vez con alusiones a su pasado filmográfico (por cierto, que técnicamente va mejorando) y así se concibe como un disfrute que sólo los que estén despiertos y sobrios de vieja usanza podrán esquivar. El resto, atrapados por la risa y la prisa.