Risueños conflictos después del divorcio
Un exitoso film italiano sobre amores y desamores
El divorcio pasa a ser una solución cuando la convivencia conyugal se ha vuelto imposible. Puede ser. Sin embargo, también es la fuente de nuevos problemas y nuevas discusiones: hay que resolver quién se hace cargo de los chicos, por ejemplo; hay que soportar ver al ex formando una nueva pareja; por lo menos uno de los divorciados tiene que buscar nuevo alojamiento y no siempre hay un hijo mayor dispuesto a sacrificar su libertad y albergarlo; puede que pasado el tiempo un ex aspire al regreso a casa, que se arrepienta de la separación cuando ya es tarde o que sus celos enfermizos lo conviertan en un energúmeno capaz de exterminar a quien ronde a la que fue su pareja. En fin, el divorcio termina siendo un capítulo más de la clásica historia de amor. Y no siempre el último, como quiere probarlo entre risas el italiano Fausto Brizzi.
El exitoso cineasta no intenta innovar, pero sabe cómo actualizar a fuerza de humor la vieja fórmula del film en episodios, convirtiéndolo en una comedia coral sobre las experiencias amorosas de personajes de distintas generaciones ?básicamente seis parejas? que aparecen conectadas por algún vínculo de parentesco o amistad. Se trata de echar una mirada risueña y ligera (a veces apenas melancólica) al comportamiento de los seres humanos en el resbaladizo terreno de las relaciones amorosas. Brizzi lo hace con muy buen ritmo, diálogos graciosos que suelen descartar la vulgaridad y personajes que (confiados a fogueadas figuras de la TV y el cine como Silvio Orlando, Claudia Gerini o Alessandro Gassman) se ganan fácilmente la adhesión de la platea. Es una galería en la que caben, entre otros, un juez encargado de intervenir en casos de divorcio y enredado él mismo en una feroz disputa con su esposa, un cura que titubea cuando debe casar con otro a su añorada ex, un maduro psicólogo que debe hacerse cargo de sus hijas adolescentes y un par de padres que pelean no por obtener la custodia de los hijos sino por sacárselos de encima.
Brizzi acierta más en lo cómico que en lo emotivo, aunque cuando entra en este terreno suele arreglárselas para encontrar un remate gracioso. Su film no pasará a la historia, pero proporciona dos horas de diversión.