Agustín, un pediatra inmerso en la rutina, descubre que no desea continuar con la idea de adoptar un bebé junto a su esposa. A partir de allí, comenzará a ver que toda su existencia es una mera sombra de lo que alguna vez había soñado. Separado, deprimido y confundido, recibe la visita de su hermano gemelo, quien se encuentra en las últimas instancias de una enfermedad terminal y que le pide ayuda para acabar con su vida. Agustín emprende una búsqueda interior y aprovecha esta segunda oportunidad mudándose a una pequeña isla en el Delta de Tigre, si saber que allí se cruzará con los enemigos de su hermano, peligrosos hombres que guardan rencores y secretos.
Producida y protagonizada por Viggo Mortensen, en su debut en la industria local, “Todos tenemos un plan” tiene mejores intenciones que resultados finales. La historia, interesante en sus instancias iniciales, algo extensa en su desarrollo y con el letargo propio del tiempo infinito que se vive en las comunidades ribereñas, es una cruza entre el drama existencial y el thriller, pero jamás termina por inclinarse hacia alguna de ellas. A Mortensen no le falta convicción, pero su variedad de acentos distrae al público; a Soledad Villamil se la nota algo incómoda y lejos de sus mejores interpretaciones; Sofía Gala Castiglione termina erigiéndose como la revelación de la cinta, con un co-protagónico cándido, intenso y vulnerable, un contrapunto perfecto al desconcierto de Agustín.