Barbijos, góndolas vacías, filas en farmacias, paranoia, hipocondría, ansiolíticos para calmar el sistema nervioso. ¿Suena familiar? Tóxico del director Ariel Martínez Herrera podría pecar de oportunista si no fuese porque el guion comenzó a escribirse en 2008, inspirada más en la coyuntura de la gripe A que en una búsqueda premonitoria. Por suerte, el universo planteado está bastante más alejado que nuestra circunstancia actual y cercana a un contexto apocalíptico, irreversible, donde la única solución es escapar hacia algún lado, no importa dónde. El germen acá es una epidemia de insomnio. Se contagia como la gripe y convierte a las personas en una especie de zombies ojerosos que más que mantenerse en estado modo avión, viven en un completo ataque de nervios. Un futuro distópico al que se le suman el descontrol social, una escalada fogoneada por las fuerzas de seguridad y una tasa de suicidios en constante aumento.
La atención entonces recae en la fuga de Augusto (Agustín Rittano) y Laura (Jazmín Stuart). Una pareja que partirá a bordo de un motorhome a una casa en el medio del campo donde, se supone, se encontrarán a salvo. Tóxico responde a la lógica de la road movie donde van apareciendo personajes secundarios con comportamientos tan inusuales y extraños como la sensación que ronda en el aire. Sin embargo, a diferencia de como suele ocurrir en el género automotriz, el exterior no se vuelve nunca una zona segura y liberada de las tensiones urbanas. El afuera es tierra de nadie, es peligroso y va encorsetando cada vez más la narración hasta reducirla a un drama conyugal en el interior de la casa rodante. De este modo, la epidemia no es más que un reflector caliente que funciona para iluminar las fisuras de esa relación amorosa.
Más allá de lo anecdótico y profético que pueda llegar a ser el estreno de esta película, la elección del absurdo en lugar de lo que podría ser un thriller de catástrofe con efectos especiales y emociones de alto voltaje es una apuesta más que interesante. Más aún, la adecuación a la comedia tipo deadpan, donde el humor aparece desde la sequedad, sin énfasis ni expresión. Martínez Herrera busca la risa a partir del desfasaje que resulta al ver personajes inexpresivos y sobrepasados por la situación que los rodea. No sorprende entonces ver como la sombra del realizador sueco Roy Andersson se filtra en algunos planos abiertos, de gran profundidad y brillantemente encuadrados.
Por Felix De Cunto
@felix_decunto