Cuando se piensa en la danza, vienen a la mente los nombres de los bailarines más emblemáticos, los grandes escenarios, la elegancia, la destreza, el prestigio. Sin embargo, nunca se repara en la lucha y el sacrificio que implica dedicarse a ser bailarín. Y qué decir de las internas y los manejos políticos, como lo que ocurrió con la compañía del Teatro San Martín: en 2007, ante la protesta por falta de obra social y cuidados médicos, fueron despedidos por las autoridades.
El documental Trabajadores de la Danza (2017) se centra en este cuerpo de bailarines, la Compañía Nacional de Danza Contemporánea (CNDC), fundada por Bettina Quintá, Ernesto Chacón Oribe, Victoria Hidalgo y Pablo Fermani. Presenta sus primeros pasos como compañía autosustentable (al punto de que debieron aprender a dirigir y a tomar decisiones importantes por sí mismos), y su pelea, en 2014, por la aprobación de la Ley de la Danza en el Congreso de la Nación, que posibilita que todo bailarín pueda contar con obra social, jubilación y todos los beneficios de un trabajador de cualquier ámbito.
Julia Martínez Heimann y Konstantina Bousmpoura muestran a los bailarines durante los ensayos en la Biblioteca Nacional, incluyen fragmentos de algunos de los espectáculos y, sobre todo, registran los testimonios de su esfuerzo y de su lucha, ya sea en asambleas y durante las movilizaciones, que también incluyen coreografías. De esta manera, el espectador (en especial, el no de la materia) logra descubrir injusticias y negligencias por parte de instituciones respetadas, y la pasión y la perseverancia de un grupo de artistas comprometidos con su profesión. No obstante, las directoras podrían haber hecho una labor aún más completa, dando más detalles sobre la situación de la danza en toda la Argentina y trazando paralelos con los derechos de los bailarines en otras partes del mundo, o sin ir más lejos, con otras compañías locales. Un detalle que no desmerece la investigación original.
Aun cuando podría haber estado mejor, Trabajadores de la Danza sigue siendo un valioso documento de lo que ocurre detrás de los escenarios, y nos recuerda tomar conciencia de que es preciso pelear por los derechos, sobre todo en el siempre particular terreno del arte. La Compañía Nacional de Danza Contemporánea demuestra que por la danza, como por la cultura en sí, hay que batallar cada día.