El que todo lo ve
Will Caster (Johnny Depp) y su esposa Evelyn (Rebecca Hall) son dos exitosos científicos que en su afán por comprender el mundo y su funcionamiento, tratan de ir siempre un paso más allá en sus investigaciones. Ambos trabajan en un proyecto cuyo fin es crear una computadora que combine no solo datos, sino también emociones y acciones que hasta el momento solo pueden ser realizadas por el cerebro humano.
Su trabajo con la inteligencia artificial los ha hecho famosos y han ganado grandes admiradores, como así también el odio de un grupo fundamentalista antitecnología que como parte de su extremo accionar atenta contra la vida de Will, quien poco antes de morir decide junto con su esposa y su mejor amigo Max (Paul Bettany) -también científico- conectar su cerebro a la computadora en la que están trabajando.
Lo primero que se plantea el trío de científicos es si la idea será posible de ser llevada a cabo, si va a funcionar, y luego en caso de que funcionara, si sería ético crear inteligencia artificial con acceso a internet; lo que significaría no solo una inagotable fuente de información, sino también el acceso a datos personales de millones de personas y una enorme influencia en sus vidas.
Al ser una película de ciencia ficción por supuesto que ese proyecto improbable funciona, y a partir de ahí todo es posible; el poder de esta sensible e inteligente computadora parece inagotable, y se convierte en una especie de fuente de súper poderes.
La historia comienza con un interesantísimo planteo sobre la tecnología, la capacidad de crear, y la necesidad de entender y conocer, pero a partir de la segunda mitad de la película, cuando el cerebro del protagonista y la computadora se convierten en una especie de Dios falsificado, toda reflexión queda de lado y la película se transforma en una explosión de efectos especiales y una galería de poderes que entretiene mucho, pero desecha toda posibilidad de ver un filme de ciencia ficción de las buenos, de esos que nos hacen pensar en qué nos plantea el futuro, y qué estamos haciendo en el presente.
La película cuenta con un gran presupuesto, actores taquilleros, y es visualmente muy atractiva, por lo que el objetivo de los productores parece haberse cumplido y podemos reemplazar la reflexión por el pochoclo y -en todo caso- cuando lleguemos a casa, abrir un libro de Huxley o en todo caso googlearlo, a ver qué nos cuenta.