Naturalismo y disciplina.
Si bien a simple vista cuesta creer que Tras la Puerta (The Door, 2012) sea realmente una película de István Szabó, director húngaro que nos ha ofrecido opus legendarios como Mephisto (1981) o Sunshine (1999), una vez que se dejan de lado las capas de mediocridad superficial de las que se compone el film, uno puede distinguir algunos de los tópicos que le han interesado desde los comienzos de su carrera. Aquí volvemos a hallar temas centrales como la identidad maltrecha, los secretos que subsisten a través del tiempo, la responsabilidad social para con la profesión, los límites concretos de la esfera privada y una sistematización de los conflictos entre nuestra actividad personal y su contraparte pública.
La historia sigue la relación entre Magda (Martina Gedeck), una novelista en ascenso, y Emerenc (Helen Mirren), una empleada doméstica que vive justo enfrente de la casona de turno. Mientras que la primera se mueve como una burguesa de izquierda, comprensiva y disciplinada, la segunda abraza los clichés del lumpen ajado, casi siempre dominante vía naturalismo y frases agudas. Ahora bien, no nos queda más que sincerarnos en lo que respecta al trago amargo que representa la propuesta: hablamos principalmente de una merma significativa de calidad. La inteligencia formal de antaño fue reemplazada en esta oportunidad por una edición bastante tosca y una multiplicidad de recursos símil telefilm.
Aparentemente Szabó deseaba profundizar una vez más sobre sus motivos de siempre, mediante la subtrama del pasado atribulado de Emerenc, ese al que hace referencia el título y que se esconde detrás del portal de su hogar, pero el tono disperso y por demás episódico del relato termina desaprovechando la coyuntura creada, condenando el análisis a la vacuidad pasatista y licuando el verosímil a medida que transcurren los minutos. Como si se tratase de una colección de eventos más o menos interconectados, el realizador opta por un desarrollo de personajes un tanto anecdótico que se materializa a través de detalles inconducentes, elipsis algo rudimentarias y numerosos lugares comunes del melodrama.
En el apartado de los puntos a favor, por supuesto que nuevamente debemos destacar la presencia de Mirren, hoy asistida por una eficaz y bella Gedeck, ya que gracias a su oficio el convite no cae en el olvido instantáneo. Tampoco podemos dejar de aclarar que Tras la Puerta posee un cierto encanto involuntario, digno de las obras fallidas que a pesar de constituir una verdadera antología de tropiezos procedimentales, logran imponer sus buenas intenciones y hasta consiguen por momentos dar vida a seres entrañables. Pero para su desgracia, a las protagonistas les tocó moverse dentro de un andamiaje narrativo -entre anodino y negligente- que necesitaba de una progresión mucho más ambiciosa y pausada…