Adaptada al parecer bastante libremente de una novela de Magda Szabó que fue best seller en los años 80, La puerta es una obra que se centra en la compleja y bastante improbable relación entre dos mujeres de orígenes, personalidades e historias bien opuestas que transcurre en la Hungría de los años del régimen comunista. Una es Magda, la señora, una intelectual que vive, felizmente casada, en un elegante caserón dedicada a la escritura de una ficción con la que aspira a obtener el reconocimiento que hasta ahora se le ha negado. La otra, bastante mayor, viene de una familia campesina, no ha tenido otra educación que la que le proporcionaron sus duras experiencia de una vida colmada de penurias y vive aislada del mundo. La puerta del título es la de su modesto refugio próximo al caserón, envuelto en misterios y secretos de la época de la guerra y al que nadie -ni sus esporádicos visitantes, cuando los hay- está autorizado a entrar, lo que da origen a habladurías de los vecinos.
Sin embargo, a pesar de sus modos bruscos y su rudeza (basta ver el furor que descarga cuando despeja la nieve acumulada en las calles), se muestra en ocasiones como capaz de gestos solidarios y parece ser respetada por su laboriosidad, aunque también un poco temida por su carácter contradictorio. Dado el temperamento frágil del ama y el carácter hosco y cambiante de la criada, no cuesta mucho imaginar quién será la que imponga su dominio. Más difícil de comprender son los motivos por los cuales la intelectual tolera las tosquedades de Emerenc (que así se llama la singular ama de llaves, que además la riñe y discrepa con ella en casi todos los temas que abordan, de la religión a los asuntos más banales).
En el fondo, la novela original parece explorar, además de cierta solidaridad entre mujeres, otra forma de lucha de clases, aunque en la adaptación del cineasta y su coguionista, donde el contexto está prácticamente ausente, los motivos de la conducta de Emerenc se diluyen bastante entre tenues sugerencias: así, parece más bien una anciana extraña y medio loca. Un personaje por el que es difícil experimentar alguna empatía y sin duda uno de los más ingratos que le han tocado a Helen Mirren en años. Lo que no desmerece para nada la esforzada labor desarrollada por la británica ni desmiente la reconocida autoridad de István Szabó como director de actores, ya que -más allá de la cuestionable decisión de imponer a estos personajes inequívocamente húngaros que se expresen en inglés- logra también un apreciable desempeño de la alemana Martina Gedeck y del resto del elenco.
Técnicamente impecable y fotografiada con notable sensibilidad por Elmer Ragalyi, el film flaquea bastante en su construcción, al punto de que hay veces en que cada secuencia parece conformar una unidad separada del resto. En tales condiciones, y con la distancia impuesta por un estilo narrativo que remite a otra época, cuesta interesarse por la historia, que anda entre el drama doméstico y la indagación psicológica, y por el destino de sus criaturas.