Las invasiones imperialistas ya no son lo que eran
Y aquí tenemos otra película chauvinista yanqui en la que una pandilla de adalides de la libertad -de mercado- se adentran en territorio hostil para doblegar a los bárbaros… más con bombardeos aéreos y demás artilugios tecnológicos de esa guerra teledirigida de la actualidad de las potencias del Primer Mundo que con verdaderos combates, ya sean cuerpo a cuerpo, con fusiles o de cualquier tipo. Más allá del hecho innegable de que Tropa de Héroes (12 Strong, 2018) es lúgubre y retrógrada a nivel ideológico porque desde el vamos se planta como una obra tan probélica como la también horrenda Más Fuerte que el Destino (Stronger, 2017), por poner sólo un ejemplo reciente, asimismo por momentos se abre camino en tanto una propuesta todavía más morosa y reiterativa que aquella en lo que atañe al campo narrativo, con una catarata de escenas que se repiten una y otra vez sin cambios.
Todo el asunto se centra en la supuesta primera consecuencia de los atentados del 11 de septiembre de 2001 contra el World Trade Center y el Pentágono, léase el envío de doce milicos norteamericanos a Afganistán para unirse a un “señor de la guerra” local -un asalariado de la CIA- para atacar a los talibanes y controlar una ciudad estratégica. El líder de los payasos machistas es el Capitán Mitch Nelson (Chris Hemsworth) y el mandamás de los rebeldes autóctonos es el General Abdul Rashid Dostum (Navid Negahban), uno de los jerarcas de la Alianza del Norte que luchaba contra los talibanes al momento de la invasión imperialista de Estados Unidos y sus secuaces europeos. Resulta gracioso que la película pretenda ser un alegato patriotero estándar pero no pase nunca de las referencias a Rambo III (1988), un film igual de fascista que este aunque por lo menos mucho más entretenido.
La primera mitad de los interminables 130 minutos de metraje es una larga serie de clichés del rubro con Nelson conmovido por los ataques en suelo yanqui y pidiendo comandar un pelotón (no faltan el negro, el latino, el que tiene cara de loquito, etc.), y la segunda parte ofrece algunas batallas sueltas intercaladas con una perorata vacua sobre las diferencias entre los norteamericanos y los afganos, esas que conducen a la esperable seudo amistad entre los dos jefes de la avanzada (las escenas de acción son caóticas y se resuelven con la rapidez con la que caen las bombas desde el cielo). El anodino realizador Nicolai Fuglsig, trabajando a su vez con un guión muy esquemático firmado por Ted Tally y Peter Craig, construye un derrotero sin originalidad, emociones fuertes ni desarrollo de personajes al punto de que uno como espectador pueda llegar a interesarse en el destino de los mismos.
Como si se tratase de una versión hiper berreta del protagonista de Lawrence de Arabia (Lawrence of Arabia, 1962), a este tal Nelson no le va del todo bien ni con la diplomacia ni con la guerra, ni siquiera con este modelo actual de contienda basado en conflictos inventados y unilaterales en los que los oligarcas del poder político y militar disparan sus misiles desde la comodidad -y enorme cobardía- de sus despachos. Si bien Hemsworth resulta convincente y su presencia rescata a muchas secuencias del atolladero más pueril, el opus en su conjunto falla miserablemente en su idea de ponderar el desempeño de estos paparulos mediocres, engreídos y pusilánimes que a rasgos generales no hacen más que pasar coordenadas para los bombardeos desde la seguridad de peñascos alejados del enemigo, como si estuviesen santificados por la invencibilidad más maniquea y risible…