Tropicalismo, ecos que aún resuenan
Tropicalia ya lo decía Hélio Oiticica, quien así bautizó una de sus ambientaciones, conocida en el Museo de Arte Moderno de Río en abril de 1967 "no es sólo un título; es una postura estética (...); una tentativa consciente, objetiva, de imponer una imagen obviamente brasileña al contexto de la vanguardia y de las manifestaciones en general del arte nacional". Al confrontar esa imagen con movimientos artísticos internacionales como el pop, pretendía combatir el colonialismo infiltrado en la cultura brasileña. En otras palabras, buscaba la creación de una verdadera cultura brasileña para lo cual era necesario que asumiendo la propia condición mestiza (blanca, negra e india) absorbiera antropofágicamente la herencia europea o norteamericana. "La búsqueda de una síntesis entre ideas totalmente contradictorias, una utopía", la definió Gilberto Gil, uno de los principales representantes del movimiento que se destacó sobre todo en la música popular, con Gil y Caetano Veloso a la cabeza, pero también en otros terrenos como el teatro, las artes plásticas, el cine y la televisión. La canción-tema de Caetano, la que declara que organiza el movimiento y orienta el carnaval todavía no tenía título cuando ya integraba el repertorio que él había seleccionado para su primer disco solista. Ninguno podía ser más adecuado que el de la obra de Oiticica, un ambiente tropical cubierto de arena y gravilla y lleno de plantas y pájaros, donde al final de una especie de laberinto se desembocaba frente a un televisor encendido.
Era natural que también lo fuera en este documental cuyo rasgo distintivo coincide con el del tropicalismo: la mezcla. Entre tantas obras que han hurgado en el pródigo territorio de la música popular el cine documental brasileño lo ha hecho con frecuencia en los últimos años, el film de Marcelo Machado que se ofrece en BAMA y a partir de mañana todos los sábados, a las 22, en el Malba, sorprende por la variedad y riqueza del material que pudo acopiarse durante los cinco años de minuciosa investigación que le dedicó Antônio Venâncio, nombre decisivo entre quienes contribuyen a rescatar la memoria nacional, pero también cautiva porque Marcelo Machado evitó cuanto pudo el formato "cabezas parlantes" y casi todos los restantes estereotipos que acechan detrás de cualquier documental sobre músicos. Prefirió dejar hablar a las imágenes, tomadas de films y noticieros, (y a la música, claro), por sí mismas Entre muchas -algunas poco o nada difundidas antes están las de Caetano y Gil cantando "Shoot me Dead" ante la multitud en la isla de Wight; la de Nara Leão registrando a Caetano mientras presenta "Alegría alegría" en el festival que para algunos marca el comienzo del movimiento, o la "clase" impartida -muy a su estilo- por Tom Zé.
Y lo principal: interesa porque supo no descuidar el contexto histórico y político y las distintas facetas en que el movimiento se manifestó, si bien tal actitud sólo puede apreciarse mejor desde el punto de vista de quien conoce la historia contemporánea del Brasil y la excepcional riqueza de su producción musical. Tal presunta "distracción" también tiene su flanco benéfico: el espectador puede disfrutar de muchas joyas. Unos pocos ejemplos; el de "Panis et Circensis" de Os Mutantes, el "Divino, maravilhoso" en vivo de Gal Costa, o la versión imperdible que Caetano ofrece de "Asa branca" tomada por la televisión francesa. Otro hallazgo está sobre el final, al retratar hoy a los protagonistas viendo imágenes del pasado.
El tropicalismo dejó escasa obra, pero con su propuesta derrumbó prejuicios y abrió puertas. Sus ecos todavía resuenan.