Dirigida y escrita por Alex Tossenberger, Un bosque en silencio es una reescritura de Romeo y Julieta trasladada al sur argentino y donde las familias se enfrentan por sus orígenes diferentes.
Manuel es un joven que aspira a una beca para estudiar piano en Buenos Aires. Sus padres se esfuerzan para que él pueda cumplir su sueño pero el ambiente es hostil para gente como ellos: un padre de origen alemán y una madre curandera de raíces de pueblos originarios. «Indiecito» es una expresión que se dispara y se recibe como un insulto. Y todo se complica aún más cuando se enamora de Sibila, cuyos padres pertenecen a otra clase social y no aceptan esta relación, al punto de llegar a tomar medidas extremas para separarlos.
Un bosque en silencio cuenta con buenas intenciones, se percibe desde el vamos. Desde el cariño con el cual filma a sus personajes y al lugar que los rodea. Sin embargo su melodrama romántico adquiere demasiadas aristas dramáticas y no todas se suceden con autenticidad. Algunos diálogos, algunas escenas de tensión, elipsis desde un fundido a negro; aspectos de un guion al que le falta pulir detalles.
Si bien prevalece la historia de amor joven, en aquella edad donde los amores parecen tempestuosos y definitivos, a su alrededor Tossenberger quiere abarcar temáticas de fuerte contenido social y económico. Pero todo queda pintado sin muchas capas y se termina percibiendo superficial.
El mayor acierto se encuentra en su elenco. Sus dos jóvenes protagonistas, Iñaki Aldao y Antonella Ferrari, transmiten mucha química y sensibilidad. Y los expertos Carlos Kaspar, Lorena Vega, Víctor Laplace y Andrea Bonelli como los padres cada uno entiende a su personaje pero no todos consiguen brindarle mucha dimensión y allí quedan deslucidos los padres de la joven, con retratos planos que se contraponen a los de su contraparte.
Técnicamente estamos ante una película prolija, en especial desde la imagen y la construcción de planos, donde colabora mucho uno de los lugares más lindos del país. Aunque juegue un rol importante en la historia, la banda sonora resulta invasiva y ayuda a sentir forzadas las emociones que la película busca transmitir.
La mayor flaqueza de la película es un guion poco sutil y con demasiados puntos dramáticos que apenas se desarrollan. En muchas escenas es como mirar una telenovela, donde una no tiene otra opción que aceptar que las cosas se sucedan tan rápido y de ese modo, con diálogos pobres e innecesariamente sobre explicados. Con un lápiz afilado estaríamos ante un film más interesante sobre cómo el amor nos ayuda a crecer y a formarnos como personas.