El director de La larga noche de Francisco Sanctis (2016) vuelve a apostar en Un crimen común por el thriller psicológico (aquí incluso con elementos propios del cine de terror) para ofrecer una impiadosa mirada a la crisis moral y las profundas diferencias sociales. Cecilia (Elisa Carricajo) es una profesora de sociología de la UBA que está divorciada desde hace poco tiempo y vive sola con su pequeño hijo Juan y su gato. Más allá de las angustias típicas de cualquier mujer de 38 años que se debate entre la crianza y la consolidación de su carrera profesional (está a punto de ser designada como Jefa de Trabajos Prácticos), su vida no parece diferir demasiado de la de tantos exponentes de la clase media porteña.
Todo cambiará durante una noche de tormenta. En medio del diluvio alguien golpea con desesperación la puerta de su casa. Se trata de Kevin (Eliot Otazo), el hijo quinceañero de Nebe (Mecha Martínez), su empleada doméstica. El joven parece estar bastante golpeado, pero ella -presa del pánico- se esconde hasta que él se va corriendo. Al día siguiente, el cadáver del muchacho aparece flotando en el río y los testigos coinciden en que fue asesinado por la policía. Con una impecable descripción del trasfondo, un inteligente uso del fuera de campo, personajes bien construidos y una combinación entre intérpretes profesionales y no profesionales, Márquez ofrece un inquietante ensayo sobre la responsabilidad individual y colectiva, los dilemas íntimos, la negación, el miedo, la culpa y los fantasmas que empiezan a dominar a una protagonista que no puede sostener la mentira, la incomodidad y el dolor.